3/22/2024

VINICIUS, UN CHICO MALO

 


 

No hay nada como poner el foco en una sola persona y hacerle objeto de todo tipo de insultos, racistas o no, para intentar sacarle de quicio. Creo que esas protestas orquestadas en los estadios españoles contra un único jugador, es un acto de absoluta cobardía asentado en el anonimato de la masa.

Si Vinicius no jugase en el Real Madrid no llegaría la sangre el río, pero se da la circunstancia de que juega en el equipo más laureado del mundo, el más amado y al mismo tiempo el más odiado por quienes sienten el deporte como un ejercicio de violencia.

Los ataques contra el joven jugador brasileño han traspasado todos los limites como fue la víspera de un duelo contra el Atlético de Madrid en que un muñeco colgado de un puente simbolizaba al futbolista ; los graves insultos racistas de Valencia o sin ir más lejos, el pasado fin de semana en Pamplona, en que un nutrido grupo de aficionados deseó su muerte.

Tiene 23 años y todo un estadio muestra su odio hacia él . Es el jugador que más faltas recibe de toda Europa y otras muchas que los árbitros no sancionan. Desequilibra a cualquier rival y crea el pánico en las defensas contrarias conociendo que, con espacios, ninguno será capaz de alcanzarle. Sabe asistir y sabe marcar . Lleva camino de convertirse en un jugador total que, no se limita a la banda y puede irrumpir por cualquier zona del ataque. Es puro espectáculo, pero no se calla. Protesta las faltas continuadas, protesta al árbitro cuando lo insultan o se encara con sus rivales porque responde a las provocaciones. Desde fuera creemos que debería moderarse, pero desde dentro es difícil soportar la tensión de que partido, tras partido te insulten desde el mismo instante en que saltas al campo.

Es difícil abstraerse, aunque tiene que conseguirlo, al mismo tiempo que las autoridades deportivas y, en algunos casos judiciales deben actuar con más rapidez ante episodios como los que vemos cada dos semanas en los campos de España. En algunos medios de comunicación también hay responsabilidad con sus condenas tibias o las opiniones de algunos tertulianos que señalan a Vinicius como un provocador, obviando todo lo que ocurre alrededor. El trato despectivo hacia el jugador acrecienta el odio de la masa que encuentra más placer en el insulto que en el propio desarrollo del juego.

No vale todo, no vale tener en Vinicius el objeto de las frustraciones ajenas y que las manadas acudan prestas a su linchamiento partido, tras partido.  Los estadios se asemejan a los circos romanos donde dictar sentencia de muerte a un “chico malo” que, no ha delinquido, solo quiere jugar al fútbol.

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