Nunca me ha gustado el avión, no voy a decir lo contrario, pero en aquella ocasión no podía negarme. Camilo José Cela había obtenido el Nobel de Literatura y el equipo de “El Ojo Crítico” debía trasladarse a la capital sueca para retrasmitir la ceremonia de entrega. Elisabeth, la subdirectora del programa que, además es de origen sueco, se desplazó unos días antes con el equipo técnico y el jefe de cultura. Total, que cogí el vuelo que me llevaría Estocolmo vía Copenhague donde debía cambiar de avión.
El caso es que una vez dentro del avión ya
no lo llevo tan mal pero no soporto la previa, es decir, el agobio de los
aeropuertos y las crecientes medidas de seguridad con la frialdad y el
desprecio con que te tratan en muchos lugares. Lo peor para mí es la espera.
Bueno, el caso es que llegué a Estocolmo y allí me estaba esperando Pling, la hermana de Elisabeth que me reconoció por una serie de datos que la facilitó mi compañera pero que podían resumirse en que me conocería porque representaba “al típico español”. No se por qué pero me encontró.
Recuerdo que fuimos a un local de copas donde se podía cenar algo. Estaba todo oscuro y nevado. El frío de la calle lo cambié enseguida por un calor intenso en el espacio al que accedimos. Guardo en la memoria una milanesa que devoré porque estaba hambriento. De ahí al hotel, la Radio nos había buscado un hotel no excesivamente alejado del centro , que, a pesar de ser de cuatro estrellas, tenía unas habitaciones muy pequeñas, con camas estrechas y de reducido tamaño y unas perchas donde colgar la ropa, sin armarios. Para poner una cama supletoria en la habitación de Elisabeth que, la compartió con su hermana, hubo que sacar antes la silla y la mesa de pequeñas dimensiones que en el aposento . La televisión, también de escasas pulgadas , estaba en alto y solo tenía dos canales. Uno daba noticias en sueco y programas en este idioma y el otro, por lo menos durante las tres noches que pasé en la capital sueca, un campeonato de ping pong. Es fácil de imaginar ,sabiendo como le pegan los profesionales de este deporte, lo complejo que era seguir los partidos por lo que lo más fácil era caer en brazos de Morfeo.
Aquella primera mañana teníamos ensayo general. Fuimos primero a la Radio Nacional Sueca después de un desayuno copioso tras la advertencia de Elisabeth y de Pling de que aprovecháramos porque después no habría nada hasta la cena. Y vaya si fue verdad, pero nunca he sido de los de atiborrarme en el desayuno porque habitualmente me arreglaba con un café y unas galletas, tampoco comía en exceso al mediodía , y sí cenaba en abundancia cuando volvía a casa del trabajo .
En la Radio Sueca todo muy organizado.
Pequeñas redacciones en que estaba el equipo al completo incluyendo a los
especialistas de sonido y a los realizadores. En cada redacción café americano,
bastante malo por cierto y un lugar donde poder tomarse un sándwich que
encontrabas en las máquinas si, como era nuestro caso, no disponías de la
tartera correspondiente. Me pareció un lugar muy cómodo para trabajar, pero lejos
del bullicio, los voceos y el tecleo de las máquinas de escribir al que estaba
acostumbrado en la redacción de Madrid. Elaboramos un programa previo a la entrega del Nobel al día
siguiente.
Sala de Conciertos ( Alamy) |
Posteriormente acudimos a la Sala de Conciertos de Estocolmo donde tendría lugar el ensayo general para la entrega de los Premios Nobel en sus distintas especialidades, acto que presidiría el rey Carlos Gustavo al día siguiente.
En el ensayo había hasta un académico que simulaba ser el Rey para que los Nobel aprendiesen el protocolo. Un ensayo con los Nobel vestidos de manera informal, con sus vaqueros y sus camisas a cuadros , haciendo la reverencia pertinente. Cuando le tocó el turno a Cela los periodistas españoles aplaudimos entre vítores e incluso alguno entonó el Cela es cojonudo. Éste no pudo evitar una sonora carcajada ante la mirada un tanto escéptica e incrédula de los académicos suecos que se encargaban milimétricamente de llevar a buen puerto el ensayo para que no fallara nada en la ceremonia del día siguiente
Viaje de ida y programa de actos |
El 10 de diciembre amaneció tan frío y oscuro como el día anterior . Cuando desayunábamos, en mi caso de manera más copiosa habiendo aprendido la lección del día anterior, un escritor y presentador de programas literarios en Televisión Española llegó indignado porque se había pasado toda la noche buscando un prostíbulo en Estocolmo y no había encontrado ninguno. Protestaba en tono jocoso y aparentemente sorprendido que ni él, ni el amigo que le acompañaba hubiesen encontrado putas criticando de paso a las suecas y a la libertad sexual. Bastante patética su actitud, pero siempre ha sido así y quizá demasiados le han reído sus salidas de tono y su aparente iconoclastia. Todavía sigue asomando de vez en cuando en los medios de comunicación
Carlos Gustavo entrega el Nobel a Cela(ABC) |
Buffet navideño (Alamy) |
Ahora pasado el tiempo recuerdo con claridad aquellos momentos trascurridos hace más de treinta años. Rebusco entre mis películas y vuelvo a ver “El premio”, realizada por Mark Robson en 1963, en plena guerra fría. Un thriller protagonizado por Paul Newman, Edward G. Robinson y Elke Sommer que reproduce aquel ensayo de los Nobel como al que asistimos nosotros.
Mucho más reciente es “La buena esposa”, de Björ Rünge, en que Glenn Close es la escritora en la sombra; la mujer relegada por su marido premiado Jonathan Pryce. Una mujer sumisa y complaciente que decide dar un paso adelante sabiendo que ha sido ella la autora, la auténtica merecedora del premio Nobel.
Habrá muchos intereses, componendas
políticas, corrupción o mentiras, pero creo que será difícil encontrare un solo
premio libre de toda sospecha. Pienso en los que nunca lo obtuvieron como
Galdós, Unamuno o el argentino Jorge Luis Borges o las mujeres obligadas al
anonimato. Pienso en aquellos días de diciembre y la enorme suerte de haber
estado allí.
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