Hay un teléfono, una cabina, que está en la colina de Namista Otsuchi en la prefectura de Iwate, en Japón. Se llama “El teléfono del viento”, nombre que da titulo a esta película japonesa que ha llegado a nuestras salas, este fin de semana.
Ese teléfono está operativo desde que ocurrió el terremoto y
el tsunami de 2011 y con el accidente que se produjo en la central nuclear de Fukushima
que causaron la muerte a 15897 personas y continúa habiendo a día de hoy 2532
desaparecidos.
Ese teléfono es la manera de sincerarse simbólicamente con
quienes ya no están y de hecho han pasado por allí más de 30.000 personas que
vuelcan su dolor en las conversaciones que tienen con quienes les dejaron.
Haru era una niña de nueve años cuando sus padres y su
hermano fallecieron a causa de la catástrofe. Fue recogida por una tía y se trasladó
a vivir a Hiroshima, símbolo mundial de lo que significó una explosión nuclear y
las secuelas que dejó y sigue dejando en quienes vivieron aquello y en todos
sus descendientes.
Haru vive casi como un zombi. No expresa sentimientos. Tiene
un shock que no ha podido superar tras el accidente ocurrido ocho años atrás.
Alguno de los que se encuentra en su camino la ayudan y le cuentan sus pérdidas,
otros quieren aprovecharse de ella. Sigue haciéndose preguntas cuando llega a
su casa, pero nadie le ha dado la bienvenida . ¿Por qué todos y todo han
desaparecido? Siente una tristeza infinita
Solo puede encontrar
algo de paz cuando entra en esa cabina y mantiene esa conversación con el más
allá, con la familia de la que no pudo despedirse.
¿En su monólogo la vemos llorar “por qué soy la única que se
hace mayor? ; la tristeza que siente en el deseo imposible de volver a ver a sus
padres y su hermano; preguntarles si están en el cielo o en el mar , saber como
son los lugares en lo que habitan…En ese teléfono encuentra la paz que tanto le
ha faltado desde que se produjo la pérdida de sus seres queridos.
“El teléfono del viento”(139’) dirigida por Nobuhiro
Suwa es una película plena de poesía, quizá excesiva e innecesaria en su larga
duración, pero que deja un poso de esperanza y de salir adelante con una frase
que resume todo el sentir de Haru tras su monólogo en la cabina : Un día iré
a buscaros. Hasta entonces voy a vivir.
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