Siempre me he preguntado si los cafés literarios nacieron por necesidades imperiosas de comunicación de nuestros artistas o porque nuestros hombres de letras o pintores buscaban refugio para huir de los fríos inviernos.
Allí en el café y en torno a una mesa, se apretujaban tardes enteras jóvenes artistas insolventes que limitaban su consumición a unos cuantos cafés e inagotables vasos de agua, a la espera de encontrar algún prócer que pagase la consumición al que, previamente, alimentaban su ego ,solicitándole que recitase tal o cuál poema con el que había ganado unos juegos florales, o pidiéndole que pronunciara un soporífero discurso como ocurre, por ejemplo, con el D. Ibrahim de “La colmena”, de Camilo José Cela, que en la pantalla interpretó el inolvidable Luis Escobar, bajo la dirección de Mario Camus.
Pero antes de aquellos cafés de los años cuarenta o cincuenta, entendiendo café en el más amplio sentido de la palabra, porque también determinados restaurantes han sido refugio de intelectuales, a finales del siglo XIX comenzaron a proliferar por Madrid y otras ciudades como Barcelona numerosos locales que acogían a gentes variopintas que, además de relamerse con una taza de humeante café, animaban a la tertulia tanto de lo humano como de lo divino. Se podía hablar e incluso conspirar sobre los gobiernos de turno, pero también las charlas trataban del buen comer, de amores y desamores; del mundo de los toros y si nos situamos en nuestros tiempos de los éxitos o fracasos de los equipos de fútbol.
En los cafés se hablaba y se habla de todo. Si pusiéramos un micrófono en aquellas tertulias del Café de Pombo, Casa Leopoldo, Las Siete Puertas o el Café Gijón, seguro que no solo escucharíamos análisis trascendentes sobre determinados temas, y si mucho de lo cotidiano, del día a día de personajes de la vida política o cultural.
Las tertulias televisivas y radiofónicas
Esa fórmula de las tertulias ocupa momentos destacados en las programaciones de radio y televisión desde los años noventa, y en ellas se dan cita periodistas, escritores o políticos. Comentaristas de la actualidad que, sin ningún rubor, te hablan tanto de la ley del aborto, como de la crisis en Irán o los triunfos del Barça. Todos los temas entran en esas tertulias, seguramente, como antaño, lo que ocurre ahora es que quedan grabadas, y en la mayoría de los casos dejan mucho que desear. A veces se convierten en un gallinero, donde todos hablan al mismo tiempo y a ver quién lo hace más alto. Hay una cierta agresividad buscando una mayor complicidad del espectador o radioyente con uno u otro contertulio.
Sin embargo, no llega la sangre al río como ocurriera con D. Ramón María del Valle Inclán que perdió un brazo como consecuencia de una disputa en el Café de la Montaña, en la Puerta del Sol de Madrid, pero sí alguno de los contertulios ha perdido más de un juicio por difamación u otras faltas de parecidas o similares características
Dejando atrás las tertulias de nuestro tiempo,Mariano José de Larra, “Fígaro” decía de los cafés que “no hay uno bueno; son habitaciones que se hicieron para todo, menos para cafés, ahogadas mezquinas y totalmente inadecuadas para sus fines”. También era muy crítico Gregorio Marañón sobre los clientes de los cafés a los que llamará “monstruos anónimos y terribles”, y en particular refiriéndose a Unamuno y Pío Baroja que no gozaban de sus simpatías decía: “el hombre de café es, entre otras cosas, manantial inagotable de resentimiento”.
Claro que D. Gregorio también tuvo su respuesta por parte de uno de los más asiduos clientes de los cafés, y propulsor de la tertulia del Café de Pombo, Ramón Gómez de la Serna: “Lo que a Marañón le ha faltado en la vida es más café”.
Si bien la eclosión de los cafés en Madrid la situamos a partir de la segunda mitad del siglo XIX, hay ya durante el siglo anterior antecedentes que los escritores costumbristas sitúan en la Fonda de San Sebastián, y en un local de la plaza de Santo Domingo.
El periodista y cronista oficial de la Villa de Madrid, Angel del Rio, en su libro “Los viejos cafés de Madrid”, dice que al permitirse la estancia prolongada en los cafés, a diferencia de las botillerías que sólo eran lugares de paso, “ se dio pie a que se conversara con tranquilidad, a que se discutiera apasionadamente, y a que a los ociosos que se pasaban media vida en estos locales, se les llamara en el argot castizo pierdetempistas”. Así nacieron las tertulias, los grupos de conversadores, las charlas(…)
CAFÉS LITERARIOS
El caso es que los cafés literarios constituyen por si mismos todo un reclamo turístico. Conservamos sus imágenes gracias al cine o a la composición que nos hemos hecho de ellos en nuestras lecturas e imaginamos donde se sentaba tal o cual escritor, o donde explicaba los trazos de su última obra cualquier artista. Llegamos a las ciudades y en todas las guías hay referencias a establecimientos de estas características.
En Venecia el Florián; en Buenos Aires, Tortoni, en Lisboa, Chiado, en México D.F, el Tupinamba, y en París una larga lista desde que la capital francesa fuera la capital del mundo primero antes de las dos guerras mundiales, y posteriormente al termino de ambas contiendas con la aparición de movimientos como el existencialismo.
El bulevar de Saint Germain-des –Prés- fue lugar de encuentro de intelectuales como Albert Camus o Julio Cortázar. Sus cafés como el Flore vieron nacer,el existecialismo, una de las corrientes filosóficas más importantes del siglo XX de la mano de Simone de Beauvoir y su inseparable compañero Jean Paul Sastre, y justo enfrente, un café con el que ha mantenido una gran rivalidad “Les Deux Magots”, por el que pasaron desde antes de la década de los cuarenta Oscar Wilde, James Joyce, Hemingway o Picasso
MADRID Y SUS CAFES
Hubo en tiempo en que en Madrid había tantos cafés como ahora sucursales bancarias. Estás últimas han ocupado los lugares de los viejos cafés de los que muy pocos perviven en la ciudad. Fueron, como hemos visto, lugares de tertulias literarias, artísticas, políticas o taurinas.
Cafés como “El colonial, Fornos, Pombo , Gijón o La flor y nata”. Este último era uno de los que más frecuentaba Ramón María del Valle Inclán, incondicional seguidor de las tertulias , como ocurrió también con Ramón Gómez de la Serna, animador de la vanguardia madrileña y que hizo famoso al Café de Pombo, y en particular a su sótano, “La cripta de Pombo”, donde se celebraban desde 1915 reuniones a las que asistían, entre otros, Tomás Borrás, José Bergamín, Gutiérrez Solana o Rafael Cansinos-Assens .
Asi nació, en Pombo, escribe Miguel Pérez Ferrero, en su libro “Tertulias y grupos literarios·,la tertulia más multitudinaria, chocante, divertida, atractiva, extravagante y a pleno humo, el de las cachimbas y los cigarros, literaria, exclusivamente literaria, que nunca había existido en Madrid, y que tenía, ni había tenido parigual, nos atrevemos a afirmar, en ningún lugar de nuestro planeta.”.
El café de Pombo, situado en la calle Carretas, fue para muchos un parlamento literario, un lugar obligado para los amantes de las letras.
Hoy ya no queda nada. Sólo el cuadro con el que Gutiérrez Solana inmortalizó a algunos de los primeros contertulios
Si quedan el Comercial, en la glorieta de Bilbao y el de Oriente, en la plaza del mismo nombre. pero sobre todos está el Café Gijón, en el Paseo de Recoletos, que ha sobrevivido a todos los especuladores y a todos los avatares de la historia.
Se inauguró el 15 de mayo de 1888, fiesta de San Isidro, patrón de Madrid. Lo fundó, un asturiano, Gumersindo Gómez, emigrante en La Habana que, a su regreso, quiso, con la creación de este local, perpetuar el nombre de su ciudad de origen.
La I Guerra Mundial hizo que el Café Gijón se convirtiera en un lugar asiduo para tertulias políticas y de otra índole, que le dieron gran fama. Se dice que la mismísima Mata Hari se sentó en sus sillones, y que entre los primeros que lo frecuentaron estaban José Canalejas, Santiago Ramón y Cajal y Benito Pérez Galdós
Al término de la Guerra Civil, y cuando la mayoría de los cafés clásicos ya habían desaparecido, el Gijón se convirtió en cita obligada de las gentes de la cultura como Jardiel Poncela, Gabriel Celaya, Gerardo Diego, Antonio Buero Vallejo, Carmen Laforet, Ignacio Aldecoa, y Camilo José Cela.
En 1951 Fernando Fernán Gómez fundó el premio de novela corta “Café Gijón”, que en su primera edición ganó uno de sus habituales, César González Ruano.
Posteriormente también fueron clientes asiduos Francisco Umbral,Manuel Vicent .el humorista José Luis Coll y en la actualidad Arturo Pérez Reverte.
Es el Gijón, un café que tiene un pequeño rincón en la historia de España como, de alguna forma, queda reflejado en la placa conmemorativa que recuerda su centenario:
En los cien años
del Gran café Gijón
desde hoy declarado
Gran Café de la Historia de España
por todas las ideologías, artistas,
escritores, músicos, actores,
bohemios y profesiones varias.
El tiempo en el espacio entre
nuestros recuerdos .No destruyamos
nunca el tiempo y los recuerdos que viven
en este recinto.
¡Larga vida a esta cátedra de
Humanidades y Letras!
BARCELONA Y SUS CAFES
En Barcelona más que los cafés han sido los restaurantes los tradicionales lugares de encuentros de intelectuales, escritores y artistas . Ciento setenta y tres años de vida contemplan a Les set portes (Las siete puertas) que fundara en 1836 Josep Xifré i Cases, considerado el catalán más rico de la época.
Hizo construir las llamadas casas de Xifré en el Paseo de Isabel II, siendo él mismo el inspirador de los planos siguiendo el modelo parisino.
Instaló allí su domicilio y sus oficinas pero también un café de lujo. El local tenía siete puertas y su primer responsable, Josep Cuyás lo llamó “Café de las 7 puertas”.
Tras una serie de modificaciones y nuevos propietarios es en 1929 cuando el matrimonio Morera cambia la denominación de café por restaurante, y se convierte casi desde su inicio en reunión habitual de políticos, periodistas, escritores y artistas.
Sin embargo, no es hasta 1942 cuando el restaurante es adquirido por Paco Parellada, un conocido restaurador de la época, que consiguió que el local fuese un negocio familiar que ha traspasado a hijos, nietos y biznietos.
En el local queda constancia de quienes se sentaron y degustaron su extensa carta de cocina catalana. Quedan placas inmortalizando a reyes ,políticos, cientificos (Alexander Fleming), escritores (Lorca, Alberti, García Márquez, Cela) ,cineastas (Harrison Ford,Catherine Deneuve,Woody Allen,Lauren Bacall, John Wayne o Ava Gardner) ,músicos(Mompou,Lou Reed) y hasta revolucionarios como el Che Guevara.
Otro local emblemático de Barcelona es “Casa Leopoldo” que se fundó en 1929 coincidiendo con la Exposición Universal. Han trascurrido ochenta años y el restaurante sigue siendo una cita obligada para los amantes de la buena mesa, y en muchos momentos de la fiesta de los toros
Manuel Vázquez Montalbán, uno de sus más asiduos clientes decía: “vengo de parte de Pepe Carvalho y pongánme lo que ustedes quieran”.Y es que las aventuras detectivescas de Pepe Carvalho y sus amigos Charo y Biscuter,entre otros, tenían siempre referencia a esa casa de comidas emblemática.
Xavier Más de Xaxás, en un artículo publicado en La Vanguardia hace unos años escribió: Manuel Vázquez Montalbán, el Perich, Joan de Segarra,Juan Marsé, entre otros, abrían ventanas desde las páginas de “Por favor” y, después de escribir, comían y se emborrachaban en Casa Leopoldo”
El restaurante ya era literario, además de torero y farandulero”.
Y es que los citados,además de Eduardo Mendoza, Maruja Torres, Terenci Moix, o Jaime Gil de Biedma, quién le escribió algún poema al restaurante, eran muy poco taurinos, por no decir nada, y a pesar de ello comentaron que Casa Leopoldo situado en pleno barrio del Raval “consiguió integrarles incluso a los que tenían una actitud hostil, hostilísima ante la fiesta”.
El restaurante está regentado desde 1936 por la familia Gil. Actualmente Carla, hija de Rosa y el torero José Falcón, que murió en la Monumental de Barcelona en 1974, ha tomado el relevo de su madre y sigue haciendo de este establecimiento un lugar mágico donde degustar su excelente carta y sentir la presencia de algunos de los grandes escritores de la literatura catalana y española del siglo XX, y lo que llevamos del actual. “Casa Leopoldo” como escribió alguien “es una de las patrias de nuestro esencial mestizaje”
Tampoco hay que olvidar aunque sea brevemente Els Quatre cats (Los cuatro gatos) situado en el Barrio Gótico y que fundado en 1887, fue local que reunió a artistas bohemios e intelectuales del movimiento modernista, como el músico Isaac Albéniz, el arquitecto Antoni Gaudí ,o los pintores Pablo Ruz Picasso o Santiago Rusiñol quienes colgaron en sus paredes sus primeros cuadros, incapaces de saber todavía el valor que iban a alcanzar con el paso de los años.
CAFES DE HOY EN DIA
Junto a éstos restaurantes, éstas casa de comidas que perviven en la actualidad también se puede comer o cenar en el café literario Salambó, en el Barrio de Gracia, y que regentan la agente literaria Carmen Balcells y el escritor Pedro Zarraluki. El ambiente se presta a la tertulia y lo frecuentan habitualmente gentes de letras. Anualmente concede un premio literario que ha conseguido un sólido prestigio. Lo ganó por primera vez, en 2001, Javier Cercas con Soldados de Salamina, y posteriormente han engrosado la nómina de ganadores Cristina Fernández Cubas, Alvaro Pombo, Javier Marías y Roberto Bolaño, entre otros.
Premios literarios, tertulias, fiestas de la cultura. Lugares donde alimentar el cuerpo y el espíritu. Degustar un buen café, un arroz negro, unos callos o excelentes caldos tintos, blancos o rosados . Abrir las páginas de un libro como en Laie, café/ librería en Barcelona, o la Buena vida, en Madrid ; sentir que de alguna manera en estas ciudades tan masificadas podemos todavía encontrar rincones donde aislarnos del mundanal ruido.
Murieron,ya lo hemos dicho, la mayoría de los viejos cafés, pero hay otros que han nacido como el de Ruiz,en el barrio madrileño de Malasaña, el Barbieri, en Lavapiés, o el Central en la plaza del Ángel .Sonidos, murmullos, charlas, y en algunos casos tertulias del pasado que recuperamos en un siglo que aún no tiene la mayoría de edad.
Eduardo Moyano
Fotos: Rocío Moyano y Francisco Maestre