RECORDANDO A DOMINGO
VILLAR EN PANXÓN
Da gusto ver a trescientas personas unidas por la literatura. Fue el último día de agosto en Panxón, concello de Nigrán, a menos de veinte kilómetros de Vigo, donde se congregaron esos centenares de personas para rendir homenaje a Domingo Villar, el escritor vigués fallecido hace unos meses a consecuencia de un derrame cerebral, cuando tan sólo contaba 51 años de edad. El escritor pasó muchos de sus veranos en esta pequeña localidad costera, en la bahía, frente a Baiona.
La playa A
Madorra fue el comienzo de un recorrido por los lugares narrados en la novela “La
playa de los ahogados” que, después, llevaría al cine Gerardo Herrero, con
Carmelo Gómez como el inspector Leo Caldas, el personaje protagonista de las tres
novelas escritas por Domingo Villa que se han publicado en veinte países y
traducido a quince idiomas.
Domingo
Villar era poco amigo de los circuitos literarios o de las grandes promociones,
pero tenía fama de ser muy amigo de sus amigos. Su corta obra literaria tiene a
Vigo y a sus alrededores como centro de la acción Panxón, como ya he dicho en “La
playa de los ahogados”, pero antes la isla de Toralla, en Canido fue el lugar
del crimen en “Ojos del agua” y la
tercera y más voluminosa de todas sus obras “El último barco”, se centró al
otro lado de la ría, en Moaña.
Las guías
dieron algunas claves de la obra de Villar y
apuntaron que fue capaz de conjugar calidad con entretenimiento por eso fue
capaz de aglutinar a tantos lectores.
Escribía
indistintamente en los idiomas, castellano y gallego, aunque prefería que los
diálogos fueran en el primer idioma y la parte más descriptiva y emocional en
gallego.
Seguramente,
una de las claves de su éxito está en la capacidad que tenía en trasmitir la
melancolía del paisaje y en tener un protagonista, Leo Caldás con más preguntas
que respuestas y en tener un ayudante, Rafael Estévez, un aragonés gruñón al
que le cuesta mucho amoldarse al carácter de los gallegos y al clima y las costumbres
de la región.
Como otro
gran escritor gallego, Manuel Vázquez Montalbán, maestro moderno de la novela
negra, Domingo Villar baja a la tierra a sus protagonistas, no son superhéroes,
son personas como cualquier de nosotros que trabaja en su oficio y tiene otras
aficiones como la gastronomía, la viticultura o el fútbol, aunque este último no
aparece en las novelas de Villar. En la vida real fue un fiel seguidor del
Celta y comentó que ansiaba algún día ver con sus hijos, desde la tribuna de
Balaídos a su equipo como ganador de la Liga o la Copa.
Su prematura
muerte ha frustrado aquella expectativa y también el que miles de lectores puedan
seguir leyendo sus novelas sencillas, comprometidas, elegantes y trabajadas de
forma minuciosa y detallista. Releía y releía una y otra vez cada línea por eso
quizás tardó tanto en escribir su tercer y esperado tercer libro “El último
barco” que publicó en 2019 , diez años después de “La playa de los ahogados”.
Aunque no
pude seguir todo el recorrido por los lugares de Panxón donde se desarrolla la
novela sé que después de A Madorra, se visitó el Puerto , posteriormente la iglesia
que lleva la firma del arquitecto Antonio Palacios y finalmente el faro de
Monteferro donde se divisan al fondo las islas Cíes.
La muerte le
sorprendió escribiendo el cuarto volumen con Leo Caldas como protagonista, ese comisario
serio y minucioso que disfrutaba tomándose un pulpo en la Taberna Eligio o saboreando
un vino junto a su padre, otro personaje importante en las novelas de Leo
Caldás, porque en la vida real adoraba a su progenitor cuya muerte en 2013 le
afectó emocionalmente. Su padre, como el personaje de la novela también tuvo
mucha vinculación con la cultura del vino y le pedía a su hijo que le
prometiese, con humor, “que nunca mataría al padre de Leo Caldas”.
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