
Admirando los cuadros de Hopper me imagino como el artista hubiera descrito
estas ciudades desnudas de personajes y
sonidos…La mujer solitaria sentada en una cama, con un camisón rosa ,entre
sombras, mirando a ninguna parte aunque haya un cielo azul , nos hace
preguntarnos a dónde vamos y nos hace compartir esa mirada perdida. Hopper hace
que los espectadores nos convirtamos en mirones de sus cuadros.
Los suyos son personajes solitarios, llenos de incógnitas
que no saben de dónde vienen ni siquiera a donde van. Sus cuadros son un fiel
reflejo de la sociedad estadounidense desde los
años veinte y lo serían ahora de
la sociedad mundial.
Todos nos acercamos a comprobar que le ocurre a sus
personajes. A esa mujer que lee sin leer, sentada en la cama de un hotel
indeterminado o a esa otra sentada en un café con sombrero y abrigo dando
sensación de desidia o quizá indiferencia ante la incógnita de lo que le rodea.
Desde las ventanas que miran los personajes de Hopper hay
miedos, incertidumbres pero seguramente, también, deseos, los mismos que
experimentamos nosotros, espectadores cómplices
mientras evocamos sonidos de jazz e imágenes cinematográficas.
Agosto que se extenúa en fiestas, ruidos y artificios por
los pueblos de la sierra madrileña es silencio en Madrid. Hopper tiene algo que
ver.