Es difícil sustraerse al fútbol durante estos días aunque no
noto la pasión de años atrás cuando acabamos ganando la Eurocopa y posteriormente el Mundial. Sigue existiendo
“la marea roja” pero hay otras mareas que igualan y en la mayor parte de
los casos, superan con amplitud a los seguidores españoles. Lo vimos el otro
día contra Irlanda con el color verde predominante en el estadio. Las gradas
son ya de por sí un espectáculo. Camisetas, cabellos y rostros pintados con los
colores nacionales de cada país e incluso disfraces de héroes del comic o de la
historia … Buen humor y al mal tiempo buena cara. La gente quiere divertirse
aunque sea tan sólo por unas pocas horas y
aparcar los problemas que nos acucian. Que el único riesgo que podamos
correr sea perder el partido.
De momento no ha sido así y España está a un paso de jugar
los cuartos de final de la Eurocopa. Suena como una de las principales
favoritas junto a los clásicos de estas grandes citas: Francia, Alemania, Inglaterra
e incluso Italia. Antes de la tercera jornada irlandeses y suecos saben que
volverán a casa. A medida que vayan
cayendo las selecciones eliminadas asistiremos a esos regresos, de rostros
compungidos y llorosos para recordarnos que esto del fútbol es tan solo un
espejismo, algo que nos hace soñar y sobre todo aparcar esos problemas que nos
despiertan todos los días en los informativos de radio y televisión o las
portadas de los diarios.
El fútbol o las grandes gestas deportivas siempre han sido
utilizados por los gobiernos más dictatoriales para esconder otros problemas.
Ahora no parece así. De alguna manera, nosotros, sin la euforia de dos o cuatro
años atrás, seguimos buscando ese pequeño resquicio para aparcar la realidad.
Ya dijo Vicente del Bosque, antes de empezar la Eurocopa, que una victoria
de nuestra selección no va a solucionar
los problemas de España, porque nuestros problemas son otros. Del Bosque
siempre sereno y con los pies en el suelo. Vilipendiado el domingo por la
alienación y posterior empate ante Italia y ensalzado cuatro días después por
la goleada frente a Irlanda. De villano a héroe y en unas horas cuando nuestra
selección se enfrente a Croacia sabremos hacia donde se inclina la balanza.
El fútbol es deporte de pasiones encontradas. Un reducto para polemizar y defender apasionadamente los colores de tu equipo .Los intelectuales bien lo saben. Escribía el uruguayo Eduardo Galeano que la mayoría de los escritores latinoamericanos somos futbolistas frustrados. Quizá exageraba un poco si recordamos detractores tan furibundos como Borges o Cabrera Infante. Pero es cierto que hay escritores apasionados y que siempre hicieron una defensa a ultranza de este deporte que definió despectivamente,en cuanto a los seguidores y los futbolistas, el premio Nobel Rudyard Kipling : “Almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan”. No eran de la misma opinión que el autor de “El libro de la selva” otro premio Nobel Albert Camus, ni Vladimir Nabokov, Milan Kundera, Ernesto Sábato, Mario Benedetti o españoles como Miguel Delibes, Javier Marías o Manuel Vázquez Montalbán.
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