5/09/2020

LOS APLAUSOS, LA CACEROLA Y SAN ISIDRO



Ya he contado que mi patio lo inmortalizó Antonio López. Ya he contado que todas las tardes a las 8 resuenan los aplausos y los silbidos de apoyo a quienes más han luchado contra la pandemia. Antes a las siete, un vecino de los edificios que están justo frente a mí, interpreta una melodía con el oboe. Son los primeros aplausos de los confinados siempre fieles y alegres durante esos minutos en que se reconocen. Después a las ocho cuando termina, se oye que unos y otros se desean buenas noches y alguien pone el “Resistiré” que, no cansa, porque desde el principio es un himno de esperanza.

En el edificio colindante vive Rosa, más de ochenta años, navarra que resiste, en soledad, el largo confinamiento. Solo, uno de sus hijos, médico, acude en ocasiones a verla, bien protegido, por temor a contagiarla. Los días de sol, se asoma a su ventana, para robar alguno de los rayos que se asoman por el patio. Y así, día tras día, sin novedad en el patio hasta que hace unas tardes interrumpió la quietud, una cacerola. Digo una porque no oigo más. A las ocho, todos los días intenta hacer acallar los aplausos, pero acaba siendo silenciado. No sé si es él, o ella porque no asoma por ninguna de las ventanas. Le he preguntado si necesitaba algo que, de batir tantos huevos iba a subirle el colesterol, incluso le he recordado que este año no había Sanfermines y que no había que practicar con los cencerros, pero, nada, sigue dale que te pego. Me preocupa el individuo porque va a terminar abollando el menaje como esto siga alargándose. Bien estaría que, los periódicos independientes e imparciales a los que no se refirió Casado el otro día en el Congreso, ABC,” La Razón” e incluso “El Mundo” vayan pensando en sacar una de esas promociones que ayuden a reponer las cacerolas a este señor que, debe tenerlas muy deterioradas y, la verdad, me preocupo. Hay que pensar en los demás y si no pregúntenle a Ayuso que pensó en todos nosotros, dispuesta a sacarnos del confinamiento, preocupada porque no íbamos a poder celebrar San Isidro en nuestras calles.

No se preocupe, señora presidenta, el chotis se baila en espacio reducido ,en un ladrillo y los madrileños y los que nos quieren, menearemos las caderas a ritmo de organillo, , saboreando un chato de vino.

1 comentario:

Francisco dijo...

Me ha gustado mucho, realidad con ironía. Bien escrito De. Eduardo