5/15/2023

SER CINÉFILO EN EL SIGLO XXI

 


 

El otro día asistí a una pequeña asociación cultural para comentar una película. Se trataba de “Lamerica”, del italiano Gianni Amelio sobre la crisis migratoria de los años 90, que contaba como miles de albaneses intentaron abandonar su país y viajar a la cercana Italia en barcos absolutamente abarrotados y que al llegar eran retenidos en campos con alambradas soportando unas temperaturas terribles antes de ser devueltos a su país.

Fue una película notable en su momento y aún hoy muestra su vigencia si la comparamos con los intentos migratorios de sirios, libios y subsaharianos que casi a diario, intentan alcanzar la costa italiana . Siempre será el sueño de todos los emigrantes que buscan una vida mejor.

No éramos más allá de una docena de personas en una pequeña sala comentando la película y el hecho de que el protagonista se quedase abandonado a su suerte en Albania y tuviese que conocer “in situ” cuales eran los problemas de la población y vivirlos en carne propia. Solamente una persona de las que estaban en la sala ya había visto la película. El resto la desconocía por completo, porque es un filme que se estrenó en pocas salas y con muy escasa promoción . El tema no es precisamente de los que atraen al gran público.

Hablamos, comentamos y valoramos la película y antes de marcharnos me presentaron a un señor al que calificaron como el “gran cinéfilo del barrio”. Lo primero que me preguntó es si sabía donde podría volver a ver “La paloma”, una película de 1974 dirigida por un realizador suizo, Daniel Schmid cuya trayectoria se limita a tres películas todas realizadas el siglo pasado. Le dije que no tenía ni idea, porque no conocía al director ni a la película. Se quedó extrañado y pasados unos minutos volvió a la carga : “¿y el cine de Béla Tar? “ . Estaba ante un auténtico examen para conocer cual era mi nivel de cinéfilo. Le dije la verdad, lo conocía, pero no había visto sus películas.

Poco le faltó para llevarse las manos a la cabeza y me aseguró que, este director húngaro, había realizado maravillas como “Sátántangó” con siete horas y treinta minutos de duración.

Movido por la curiosidad, ya que sus películas no se han estrenado comercialmente en España, busque en la plataforma Filmin donde hay una selección de su filmografía. Vi dos de ellas y comprobé su enorme manejo de las técnicas cinematográfica, pero, sus historias me aburrieron soberanamente. Su cine se mueve entre lo onírico y lo realista, con instantes casi documentales. Le gusta experimentar con actores no profesionales, diálogos improvisados y cámara en mano.

En cierta ocasión Béla Tar, según he leído, comentó que “no se llevaba bien con los cineastas húngaros porque ellos son directores y yo no. Yo no sé lo que soy”.

Yo sé que, en mi juventud veía las películas más complejas y extrañas que había y hacía que alguno de mis amigos, se durmieran en la sala. Con los años cada vez soporto menos las disquisiciones filosóficas y la experimentación de algunos cineastas. El objetivo del cine, como el de cualquier otro arte es llegar al público. Existe el cine de autor, pero las historias tienen que tener una coherencia por muchas lecturas que tenga cada película.

El cine debe ayudarnos a reflexionar y también entretener, pero no una tortura de siete horas y media de duración en que seguro, aprecias la calidad de algunas imágenes, los planos, los contraplanos, los colores o los movimientos de cámara, pero llegadas estas edades, no podrás evitar alguna cabezada que otra.

No soy cinéfilo ni consumidor de las películas más experimentales posibles. Si hablamos de cine experimental ya lo hicieron los pioneros como los Lumiére, Melies, Murnau, Eisenstein o Griffith cuando sentaron las bases del séptimo arte. Hoy sigo amando el cine, pero también, me aburro soberanamente.

(PUBLICADO en LA VOZ. (15.5.23)

 

No hay comentarios: