Treinta años después de su muerte, Audrey Hepburn continua siendo un espejo donde mirarse. Una maravillosa actriz y una gran mujer que recordé en mi libro "Con nombre de mujer" que recogía una serie de películas con titulo femenino pero que, sobre todo intentaba ahondar en la trayectoria humana y artística de actrices y películas que tuvieron una enorme repercusión.
Desayuno selecto o con diamantes. A la protagonista no podemos imaginarla en un motel de carretera pidiendo una hamburguesa grasienta mientras bebe una jarra de cerveza. No la imaginamos con tipos duros de camisa a cuadros, goma de mascar y botas altas. No. Ella era una mujer frágil, una actriz con un rostro iluminado que bebía a pequeños sorbos, en un vaso largo y miraba entre inocente y pícara a su oponente masculino.
Por
eso desayunaba en Tiffanys, con un
Truman Capote escondido y supongo satisfecho con el resultado en pantalla de su
novela. Hace ya tiempo que murió Audrey Hepburn, pero seguimos viendo cómo se
asoma tímida, como escondida y al
instante llena cualquiera de los rincones de la pantalla. Bastaba su sola
presencia para iluminar la sala oscura, aunque, como extra, comenzase vendiese
cigarrillos sin pronunciar palabra en "Risa en el paraíso".
No
hizo al principio más películas porque no le gustaban los guiones que le
ofrecían. En todas en las que intervino era una mujer inteligente. Una mujer
que daba carácter a su papel. No habrá muchas actrices que hayan cosechado
éxitos tan importantes y tantas películas que estén en la mente de los buenos
aficionados.
La joven aparentemente atolondrada de Desayuno
con Diamantes fue princesa de Vacaciones en Roma y siguió ociosa en Dos
en la carretera. Siempre frágil, siempre elegante, fue cenicienta en
búsqueda de un príncipe azul llamado Humprey Bogart en Sabrina y corrió
de la mano de otro galán maduro, Cary Grant en Charada. Deseamos la paz por encima de todo y
nunca la guerra cuando fue heroína de Tolstoi y hasta nos enamoramos de una
monja cuando nos contó su historia.
Fue
reina de la comedia, pero también del thriller, del drama o del terror más
inquietante cuando estuvo Sola en la Oscuridad, en que su fragilidad
crecía más si cabe, con la ceguera del personaje que interpretó.
La princesa
de Hollywood como la denominaba Frank Sinatra tampoco dijo no al musical y
fue Gigi y sobre todo My Fair Lady, deliciosa, inocente y también
seductora del hombre maduro.
Otro
título que no olvido, Robin y Marian, ella y Sean Connery, dirigidos por
Richard Lester. Fue su regreso y su adiós al cine al que había llegado sin
hacer ruido con su delgadez y su lejanía de los sex-symbol de la época.
Muy delgada, cuello de cisne, rostro anguloso y muy pocas arrugas. Por eso no
fue extraño que fuese la protagonista de Una
Cara con ángel.
No
faltó el Oscar en su carrera" (Vacaciones
en Roma"), pero un día decidió dejar para siempre el cine y retirarse
a su granja suiza en la que pasó los últimos años de su vida practicando dos de
sus grandes aficiones: la jardinería y la cocina. Solo dejaba su casa para
ayudar a los niños más necesitados, como embajadora especial de UNICEF.
Ha pasado el tiempo, pero sus películas,
siempre que tenemos ocasión de verlas nos traen su frescura, su sonrisa y su
mirada. Por eso siempre nos acompañará en los desayunos con diamantes porque
será uno de ellos y siempre, siempre que vayamos a Roma iremos a la boca de la verdad para recordar que
Audrey nunca fue mentira.
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