La parte alta diferenciaba los vagones panorámicos(Yomundeo) |
Aquel viaje,
de alguna manera, ya lo había hecho
porque recordaba nítidamente una película, “Testigo accidental” que había visto
un par de años antes y que se desarrollaba en el mismo tren. Era un thriller
entretenido, no una gran película, pero en que sobresalía un actor que siempre
hace notar su presencia en pantalla, Gene Hackman. Ese “dejá vu” ha tenido presencia en mi vida y seguramente
en las de todas las personas que han visitado una ciudad o un lugar, después de
haber visto una película. Gracias al cine, a la imagen, somos inmortales. Es
fascinante ver como se divertían o vestían los abuelos de nuestros abuelos,
como viajaban o como eran las ciudades en que vivían. Eso siempre lo tendremos
gracias a la imagen que no solo nos trae realidades, sino que nos permite soñar.
Bueno, estábamos
en el cine Alcalá, con mi madre y los dos hermanos que me siguen y teníamos
frente nosotros esa enorme pantalla después de que el acomodador, al que se le
daban una o dos pesetas, nos llevara a nuestras localidades. Enseguida se
apagaron las luces y comenzaron los anuncios de tabaco, fajas o
electrodomésticos. Hasta me gustaron. Era sesión doble. Mi madre debía estar un
poco desesperada para tener que entretener a tres niños en vacaciones de
Navidad. En casa éramos un torbellino. La primera película que vi en la sala
oscura fue La mula Francis, aunque creo que no fue la que databa de
1950, debió ser una de las seis secuelas que se hicieron sobre aquella mula
parlante con Donald O´Connor protagonista de todas ellas, salvo la que
interpretó Mickey Rooney . La mula Francis fue una de las pioneras en
este tipo de relatos, aparte de la animación y que ha dado títulos como Babe,
Narnia , Como perros y gatos o un
largo etcétera. Supongo que nos gustaría y preguntaríamos a nuestra madre por
qué la mula era capaz de hablar.
El programa
doble se completaba con “Papaíto piernas largas” película que se me hizo inaguantable
y que no he podido volver a ver completa. Duraba más de dos horas y Fred Astaire
me agotaba con sus bailes y piruetas. Me ha parecido enormemente reiterativo,
sus interpretaciones están todas cortadas por el mismo patrón.
Digamos que
en aquella primera sesión se dio la de cal y la de arena. Disfruté al cincuenta
por ciento
LA CONQUISTA DEL OESTE |
A finales de los cincuenta y primeros sesenta no nos perdíamos ninguna de las grandes superproducciones, películas que figuran en la memoria colectiva como “El día más largo”, “EL puente sobre el río Kwai”, “La conquista del oeste” ,” Hatari”, “Ben-Hur”…western, filmes bélicos, de aventuras que me acercaron al cine gracias también a actores emblemáticos como John Wayne, William Holden, David Niven , Charlton Heston, James Stewart o Gregory Peck que con los años se convirtieron en asiduos de la sala de estar o de mis visitas a las salas. El cine me ha acompañado siempre y lo sigue haciendo, aunque, seguramente, ninguna película me impactara tanto como aquellas que veía en mi infancia y adolescencia con mis padres y hermanos, en los numerosos cines de las calles de Madrid o en los pueblos en que pasábamos nuestras vacaciones de verano. Cuesta ver las salas vacías, el cierre continuo o el empeño en que las plataformas y los televisores de gran tamaño se conviertan en los sustitutos de la sala oscura. Creo que nunca será lo mismo, que la magia de los cines tiene su impronta en la comunión de los espectadores capaces de imbuirse en las imágenes que surgen de la pantalla y que si nos dejamos llevar por la imaginación son capaces de bajar y entremezclarse con nosotros y nuestros sueños como rosas púrpuras de El Cairo.
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