3/15/2022

PÁGINAS SUELTAS (20) VIAJES DESDE LA BUTACA


 
La parte alta diferenciaba los vagones panorámicos(Yomundeo)

Recuerdo que en diciembre del noventa y tres viajé con mi amigo Rafa a Canadá, aprovechando unos días libres. Eran mis primeros vuelos transoceánicos y solo me animó que íbamos a recorrer gran parte del país en tren, en el llamado transcanadiense cuyo trayecto nos llevó, durante más de dos días, de Toronto a Vancouver, recorriendo más de cuatro mil kilómetros. Fue una gran experiencia atravesando un manto blanco porque prácticamente todo el trayecto estaba nevado. El vagón panorámico te permitía observar con detenimiento el movimiento del tren entre enormes bosques que revelaban la fuerza de la naturaleza alejada de los hombres que aparecían con cuentagotas a lo largo del trayecto. Sioux Lookout, Jasper, en las montañas Rocosas, Winnipeg, Edmonton fueron algunas de las localidades en que hicimos alguna breve parada para comprobar que no éramos los únicos humanos vivos que quedaban en la tierra y que, en el exterior, en las ciudades, había vida.

Aquel viaje, de alguna manera,  ya lo había hecho porque recordaba nítidamente una película, “Testigo accidental” que había visto un par de años antes y que se desarrollaba en el mismo tren. Era un thriller entretenido, no una gran película, pero en que sobresalía un actor que siempre hace notar su presencia en pantalla, Gene Hackman. Ese “dejá vu”  ha tenido presencia en mi vida y seguramente en las de todas las personas que han visitado una ciudad o un lugar, después de haber visto una película. Gracias al cine, a la imagen, somos inmortales. Es fascinante ver como se divertían o vestían los abuelos de nuestros abuelos, como viajaban o como eran las ciudades en que vivían. Eso siempre lo tendremos gracias a la imagen que no solo nos trae realidades, sino que nos permite soñar.  

Echando la vista a atrás creo que la primera vez que fui al cine fue en el ahora Nuevo Teatro Alcalá de Madrid y debía tener seis o siete años . No hace mucho escuché a un escritor que recordaba perfectamente la primera película que vio a los dos años. Pues yo no. Seguramente ese escritor habrá oído tantas veces a sus mayores contar la anécdota que la habrá hecho suya. Yo a mi hija mayor, Isabel,  le contaba que la primera película que vio fue “Bambi”, con dos o tres años y que quería darle palomitas,  al personaje de Disney . Los mayores somos la memoria de los más jóvenes.

Bueno, estábamos en el cine Alcalá, con mi madre y los dos hermanos que me siguen y teníamos frente nosotros esa enorme pantalla después de que el acomodador, al que se le daban una o dos pesetas, nos llevara a nuestras localidades. Enseguida se apagaron las luces y comenzaron los anuncios de tabaco, fajas o electrodomésticos. Hasta me gustaron. Era sesión doble. Mi madre debía estar un poco desesperada para tener que entretener a tres niños en vacaciones de Navidad. En casa éramos un torbellino. La primera película que vi en la sala oscura fue La mula Francis, aunque creo que no fue la que databa de 1950, debió ser una de las seis secuelas que se hicieron sobre aquella mula parlante con Donald O´Connor protagonista de todas ellas, salvo la que interpretó Mickey Rooney . La mula Francis fue una de las pioneras en este tipo de relatos, aparte de la animación y que ha dado títulos como Babe,  Narnia , Como perros y gatos o un largo etcétera. Supongo que nos gustaría y preguntaríamos a nuestra madre por qué la mula era capaz de hablar.

El programa doble se completaba con “Papaíto piernas largas” película que se me hizo inaguantable y que no he podido volver a ver completa. Duraba más de dos horas y Fred Astaire me agotaba con sus bailes y piruetas. Me ha parecido enormemente reiterativo, sus interpretaciones están todas cortadas por el mismo patrón.   

Digamos que en aquella primera sesión se dio la de cal y la de arena. Disfruté al cincuenta por ciento

LA CONQUISTA DEL OESTE

A finales de los cincuenta y primeros sesenta no nos perdíamos ninguna de las grandes superproducciones, películas que figuran en la memoria colectiva como “El día más largo”, “EL puente sobre el río Kwai”,  “La conquista del oeste” ,” Hatari”, “Ben-Hur”…western, filmes bélicos, de aventuras que me acercaron al cine gracias también a actores emblemáticos como John Wayne, William Holden, David Niven , Charlton Heston, James Stewart o Gregory Peck que con los años se convirtieron en asiduos de la sala de estar o de mis visitas a las salas. El cine me ha acompañado siempre y lo sigue haciendo, aunque, seguramente, ninguna película me impactara tanto como aquellas que veía en mi infancia y adolescencia con mis padres y hermanos, en los numerosos cines de las calles de Madrid o en los pueblos en que pasábamos nuestras vacaciones de verano. Cuesta ver las salas vacías, el cierre continuo o el empeño en que las plataformas y los televisores de gran tamaño se conviertan en los sustitutos de la sala oscura. Creo que nunca será lo mismo, que la magia de los cines tiene su impronta en la comunión de los espectadores capaces de imbuirse en las imágenes que surgen de la pantalla y que si nos dejamos llevar por la imaginación son capaces de bajar y entremezclarse con nosotros y nuestros sueños como rosas púrpuras de El Cairo.

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