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Hablamos de todo lo que ustedes quieran menos del Nobel y de Antonio Tabucchi, el autor de “Sostiene Pereira”, con el que, en aquellos años, José Saramago, mantenía ciertas diferencias. Estábamos en 1997 y Paco B, y yo nos habíamos desplazado al hotel Suecia de Madrid ,con un técnico del servicio exterior para grabar una larga entrevista con el escritor portugués.
Yo había entrevistado a José Saramago en un par de ocasiones
anteriores, una de ellas en Huelva, donde fue jurado del festival de Cine
Iberoamericano, pero la entrevista que íbamos a realizar ese día quería
profundizar en la trayectoria vital y literaria del futuro premio Nobel de
Literatura.
Serio, adusto, profundamente humano, José Saramago trasmitía
serenidad desde el respeto que merecía su trabajo y su presencia. Acompañado por su mujer Pilar de Río,
compañera años atrás de Radio Televisión Española en Sevilla, Saramago estaba preparado
para la entrevista, pero, las cosas comenzaron a torcerse antes, incluso, de
que comenzáramos la grabación. El responsable que había en aquel momento en el
Hotel Suecia no quiso proporcionarnos un lugar donde mantener la entrevista
cuando le dijimos que en el bar había demasiado ruido. Nos dijo que no había
otro lugar y que solo podía ofrecernos una sala si le abonábamos previamente la
tarifa establecida. Le dijimos que no podíamos aceptar su propuesta porque
nuestra emisora no tenía ningún ánimo de lucro y nunca nos habíamos encontrado
con una situación similar. Imposible, se
negó a facilitarnos el trabajo.
Fue, entonces, cuando Pilar del Río nos propuso que
subiéramos a la habitación para que hiciéramos la entrevista.
Era un cuarto no muy grande, más bien pequeño y para que el
técnico y las tres personas que íbamos a utilizar los micrófonos estuviéramos
cómodos, Pilar vacío los cajones donde guardaban su ropa, que puso sobre la
cama, y los apiló sobre la mesa para que
el técnico pudiera disponer más fácilmente del magnetófono y colocara lo más adecuadamente posible los micrófonos.
El técnico era un hombre mayor, no recuerdo su nombre ya que apenas había coincidido con él. A su señal comenzamos la entrevista en que Saramago se explayó en sus respuestas y dejó un enorme testimonio de su calidad humana y su sabiduría. Regresamos satisfechos después de todas las complicaciones que habíamos tenido, porque llevábamos un testimonio importante.
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Una vez en la redacción, cuando nos dispusimos a escuchar la
grabación no oímos ningún sonido. Ni nuestras voces ni las de Saramago que era
quien realmente interesaba. Alarmados bajamos a Servicio Exterior para que nos
explicasen que sucedía. Después de muchas pruebas e intentos conseguimos oír, a
muy bajo nivel, la entrevista. No podía emitirse. Solo pudimos rescatar unos
pocos minutos que emitimos en el programa junto a algunos testimonios extraídos
del Archivo. Sonoro y lecturas de sus libros, entre ellos “Cuadernos de
Lanzarote” que fue el motivo que nos había llevado al Hotel Suecia.
El responsable del Servicio Exterior, tras pedirnos disculpas, nos solicitó que no diésemos un parte del técnico que había cometido el desaguisado porque se jubilaba esa misma semana. No merecía la pena, porque el mal ya estaba hecho y no íbamos a poder recuperar la entrevista que era lo realmente importante. Aquel día el Hotel Suecia se alió para que nada saliese bien. De alguna manera, Saramago se vengaría al año siguiente 1998, consiguiendo el Nobel de Literatura, el primero para un escritor de habla portuguesa.
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Pero aquella jornada aciaga no fue la única , ya que hubo
otras fechas y otros escritores que, como yo, sufrieron que la técnica nos
jugara una mala pasada. Con Manuel Vázquez Montalbán ,al que tuve la suerte de entrevistar en muchas
ocasiones, hubo una vez, también en 1997, en el Hotel Ritz, en que la cinta que
llevaba en el minidisco, grabó lo que quiso. Tan pronto se escuchaba acelerada
la conversación, como dejaba de oírse o se escuchaba entrecortada. Pude extraer
bastantes minutos, pero algunas de las respuestas fundamentales pasaron a mejor
vida.
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La muerte de Dulce Chacón, en 2003, fue otra de esas noticias que te sorprenden porque ,a pesar de que estaba enferma, sabíamos de su fuerza, su entereza y su determinación a seguir contando la represión que sufrieron las mujeres durante el franquismo(“La voz
dormida”)
Todavía no tenía cincuenta años cuando el cáncer pudo con ella. Tres años antes en 2000 ganó el Azorín con “Cielos de barro” y el departamento de prensa de Planeta me citó en el Ritz. Dulce siempre tenía una sonrisa, a la vez que una fuerte determinación y seguridad en los temas que planteaba. La conversión trascurrió de forma distendida.
Llamé a Dulce y se lo conté. No le dio importancia y al día
siguiente un coche la trasladó a nuestros estudios en Prado del Rey donde hicimos la entrevista.
Toda amabilidad y simpatía como le comenté unos años después a su hermana
gemela Imma quién publicó, en 2005, su primera novela “La princesa india”. “Mis
sobrinos – me dijo- escuchan la entrevista que le hiciste con bastante frecuencia.
Oyen hablar a su madre durante cincuenta minutos”.
Aquel fue el mejor regalo y la constatación de tres entrevistas
que fueron y no fueron porque a veces en la Radio también entran las meigas.
Espero que este capítulo de Páginas Sueltas sea, sea, muy leído a pesar de que
hace el número 13.
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