El año pasado volví a la Radio para participar en el programa especial de RNE sobre los Óscar. Fue el año del mamporro, el año en que Will Smith ganó como mejor actor, pero lanzó un derechazo al presentador ante la incredulidad de propios y extraños. No quedó K.O como me está ocurriendo a mí este año con la larguísima duración de las películas que competirán por las estatuillas el próximo 12 de marzo. No sé por qué razón la mayor parte de las que compiten pasan de las dos horas largas y nos hacen preguntarnos cuál es la causa de que se prolonguen tanto cuando la mayor parte de las que compiten no nos aportan nada nuevo y sus tramas podrían resolverse en mucho menos tiempo.
Debe ser que
la fiebre de las series que se alargan y alargan sin motivo ha calado en los
hacedores de películas que durante unas pocas semanas invitan a los
espectadores a que las supuestas mejores películas del año se vean en pantalla grande,
aunque algunas como “Sin novedad en el frente” (143’) se ha visto en Netflix y que yo sepa no se
estrenó comercialmente en las salas españolas. Es un filme antimilitarista como
ya lo fueron las dos versiones anteriores que se hicieron de la novela de Erich
Marie Remarque y no está de más haberla recuperado en estos tiempos, en que
acaba de cumplirse un año del inicio de la guerra de Ucrania.
Dicho esto,
la película no es demasiado original y responde a un producto bien hecho que, creo
debería verse mucho mejor en la gran pantalla. No he podido ver todavía “Tar”
(158’) y “La ballena”(117’) . Me asusta su duración y los comentarios de
algunos compañeros que únicamente valoran las interpretaciones de Cate Blanchet
en la primera y de Brenda Fraser, en la segunda. Los dos son
favoritos para ganar los premios de interpretación.
Veo entre
las nominadas muchas películas vacías que ves y que a la salida olvidas. “Todo
a la vez en todas partes”(139’) es un disparate que quizá entretenga a
los más jóvenes pero que, en mi caso, me resulta incomprensible que sea la
película más nominada de este año.
Me resultó
bastante cansina “Almas en pena en Inisherin” (114’) ya que durante todo el
metraje no dejamos de preguntarnos como dos íntimos amigos pueden enfadarse porque
uno considera que el otro ya no le aporta nada.
Un filme de corte intimista y algo socarrón muy diferente a las
espectaculares “Avatar ; El sentido del agua” (192’) y “Top Gun: Maverick”(131’)
que, entretienen, pero no deberían optar a la mejor película como ha ocurrido
con “Babylon”(189’), que se ha quedado fuera de casi todo y que ha sido uno de
los grandes fracasos de la industria este año. A mí no es de las que más me
disgusta , si bien tanta música y ruido acaba por agobiarte. Cuanto menos me cuenta
la historia de Hollywood y el paso del mudo al sonoro con una gran Margot
Robbie que no está nominada como mejor actriz.
“Babylon” es
cine dentro del cine como lo es, en cierto modo, “Los Fabelman” (151’), en que
Steven Spielberg cuenta su propia historia y la de su familia. Personalmente es
la película que más me ha gustado por su tono narrativo. Asistimos a la primera
ocasión en que el niño protagonista acude a una sala de cine, a su relación con
sus padres y hermanas, o a sus primeros rodajes en super 8 y los montajes que
hacía de las películas que rodaba con sus amigos. En “Los Fabelman” hay verdad y
un Steven Spielberg que nos muestra su oficio y su amor al cine. Sin hablar de
obra maestra que esos son palabras mayores, “Los Fabelman” se erige sobre el
resto de nominadas a la mejor película, pero, seguramente, no ganará el Oscar.
Ya tendré
ocasión, la próxima semana, de comentar otros títulos que pasearán por los
bulevares de Hollywood en busca de esa estatuilla preciada por todos los integrantes
de la industria. Lo que haría falta es que se hicieran mejores películas que se
unieran a las que ya forman parte de “La fábrica de los sueños” que, durante
128 años no ha dejado de contarnos historias.
(PUBLICADO en LA VOZ.27.2.23)
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