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| Comenzó como Semana antes que Festival |
Creo que fue en el 82 cuando mi viaje a
Huelva fue una auténtica odisea. Había conocido la ciudad tres años antes.
Miguel Ángel C. y yo habíamos sido enviados por la emisora para cubrir el
Festival de Cine Iberoamericano que alcanzaba su quinta edición. Viajamos en tren, en coche cama y después de
diez horas de viaje llegamos por fin a la estación. Fue un viaje tan
interminable como todos los que se hacían al sur en aquellos años. La
experiencia me convenció para que cogiera mi coche, un 127 que se lanzó a la
aventura por unas carreteras inseguras , con un Despeñaperros que poco tenía
que ver con el que atravesamos en la actualidad. Una compañera de radio y antes
de la universidad, María S.R. me pidió que le llevase porque tenía unos amigos
en Punta Umbría y quería pasar unos días allí.
Seguí sus indicaciones porque ella viajaba
habitualmente con sus padres y conocía bien la zona. Me señaló en el mapa la
sierra de Huelva por la que nos ahorraríamos unos cuarenta o cincuenta
kilómetros. Seguí su consejo y pronto me arrepentí. Una carretera estrechísima,
curvas y más curvas, precipicios y el disco del embrague que, llegando a
Jabugo, ¡¡¡dijo hasta aquí!!!
Allí estábamos un domingo de diciembre,
con todo cerrado y sin un alma por las calles. En un bar, sin apenas
parroquianos, alguien nos dijo donde vivía el mecánico. Salió un hombre grande,
recién levantado de la siesta, con camiseta de tirantes porque frío, la verdad,
no hacía. Echó una ojeada, miró por aquí y por allá, y nos aseguró que podíamos
llegar a Huelva. Eso sí que si teníamos que parar en algún momento arrancase en
segunda. Así fue como continuamos, aunque cuando nos veíamos obligados a detenernos
y volvíamos a arrancar, el coche sonaba como una auténtica carraca.
Al final debieron ser más de diez horas de
viaje cuando llegamos al hotel Tartessos, donde estaba la sede del festival y
donde me alojaría durante toda la semana. A María sus amigos llevaban
esperándola desde hacía más de dos horas. Nos despedimos y quedamos en vernos
en una semana para regresar a Madrid. A la mañana siguiente me arreglaron el
coche que apenas utilicé durante mis días en el Festival y como anécdota se lo
presté, por petición de la propia organización del festival que no contaba con
vehículos, a José Luis López Vázquez quien,
acompañado por su mujer de entonces, Flor, la actriz Charo Soriano y
el crítico Homero Alsina Thevenet, querían conocer los pueblos de la provincia.
A lo noche López Vázquez, con fama entre la profesión de no ser muy espléndido, me devolvió las llaves y me dijo que habían
rellenado de gasolina más o menos lo que habían gastado. Sin comentarios. López
Vázquez y su mujer, especialmente esta última, serían protagonistas la noche de
la clausura a la que acudían las fuerzas vivas con sus mejores galas. Flor
debajo de su abrigo llevaba un vestido totalmente trasparente, objeto de todas
las miradas.
Era 1982, los socialistas acababan de llegar al poder, pero la
vieja España estaba todavía asentada en muchos lugares. Llevamos muy pocos años
de democracia y unos meses antes habíamos asistido al intento de golpe de
estado en el Congreso de los Diputados. Huelva mostraba un abierto contraste
entre su clase social y política y los entusiastas organizadores y seguidores
del Festival que fue todo un referente del cine latinoamericano en Europa, y un
lugar al que querían asistir todos los grandes del cine que hablaba español y
portugués.
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| José Luis Ruiz en una foto de hace unos años |
Fue aquella edición, la octava, la que me unió con Huelva a la que volví
regularmente durante prácticamente toda mi vida profesional , aunque fuera un
par de días . El hotel Tartessos, en Martín Alonso Pinzón, la Gran Vía, muy
cerca del ayuntamiento, la emisora de RNE y la plaza de las Monjas , era la
sede del festival, el lugar donde dormíamos, comíamos o celebrábamos las ruedas
de prensa con figuras del cine de ambos lados del Atlántico. María Félix,
Fernando Rey, Paco Rabal, Indio Fernández , Mario Moreno “Cantinflas”, Sonia Braga,
Carlos Saura, Juan Antonio Bardem, Luis García Berlanga, Arturo Ripstein, Sara
Montiel; o el mismísimo Luis Buñuel , además de escritores como Mario Vargas
Llosa, José Saramago, Manuel Puig, Miguel Barnet, Alfredo Bryce Echenique y un
larguísimo etcétera de lo más destacado de nuestro cine y literatura. Alfonso Guerra,
vicepresidente del gobierno inauguró unos años después el festival en la Rábida
y en otras ediciones hubo ministros de Cultura como Javier Solana apoyando el
certamen. Las diferencias políticas entre ayuntamiento, gobierno autonómico o gobierno
central hicieron que el certamen fuera decayendo con los años estando a punto de
desaparecer, pero, afortunadamente, sigue adelante a pesar de todas las dificultades.
En los ochenta y en parte de los noventa
fueron sus años de esplendor. El certamen era una auténtica fiesta.
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| El Tartessos hace ya varios años. |
En las primeras ediciones éramos pocos los
periodistas que acudíamos. En el Tartessos comíamos en la misma mesa actores,
actrices ,productores o directores y charlabas de manera informal con los
grandes cuando nosotros éramos todavía muy jóvenes. Esa familiaridad solo la
encontré años después en Lleida, en la Mostra de Cine Latinoamericano que tenía
como sede el pequeño hotel Real donde compartíamos mesa con Adolfo Aristarain, Federico
Luppi, Mercedes Sampietro, Jordi Dauder, José Sacristán… Otro festival impagable que dirigió desde su inicio
en 1995 hasta su desaparición en plena pandemia, Juan Ferrer. También la
política ayudó a que la Mostra dejara de existir.
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| Con Pepe Sacristán en Lleida |
En Huelva recargabas pilas para todo el año.
Era una semana frenética en la que trabajabas a todas horas, pero siempre
encontrabas hueco para tomarte una cerveza ,unos vinos o unas tapas en los
bares y tabernas próximos al cine Emperador que estaba a poco más de 100 metros
del hotel. Entre sesión y sesión el “Colombino”, en la esquina de la misma
calle invitaba a saborear tapas de gambas al ajillo o coquinas. En el “Bajamar”
la tapa estrella eran las angulas, cuando todavía se podían comer sin cargarte
el presupuesto, y servidas por Manolo el más frenético y rápido de los camareros
. Recuerdo “La Esperanza”, con un patio andaluz en que tapeabas pescado frito o
un bar que invitaba directamente a quedar “En la esquinita te espero”. “La
taberna del condado” y sus chacinas , “Portichuelo” o el restaurante “Los gordos”,
con el lenguado como estrella fueron lugares que frecuentamos entre película y
película o entre crónica y crónica…Si se es joven hay tiempo para todo.
Recuerdo que José Ramón, “El Lujo”, y yo requisábamos los vales de
comida a Elisabeth, ambos compañeros de la radio, ya que no era muy aficionada a la comida salvo
a las gambas y al jamón, ahí había que estar atento porque a poco que te
descuidabas el plato se quedaba vacío. Tampoco eran malas sus preferencias.
Aquella primera vez que coincidimos los
tres fue porque se decidió que retransmitiéramos la inauguración y la clausura,
aparte de realizar programas diarios y cubrir informativos de todas las
emisoras de RNE. El festival crecía y REE concedía ya su premio en el que “El
Lujo”, formaba parte del jurado. José Ramón es una persona muy divertida, con
el que siempre he pasado momentos estupendos en festivales o cuando retrasmitíamos
los Goya. Sus criticas cinematográficas crearon escuela en RNE por su tono
desenfadado y poco formal. Contaba las películas a su manera y con un par de
palabras era capaz de definirte lo que ibas a ver en la pantalla. Un tipo
estupendo.
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| Con Elisabeth y el Mugu en el Ayuntamiento de Huelva |
Elisabeth y yo trabajamos siempre en
perfecta armonía. Nos complementábamos no solo en Huelva si no en nuestro
trabajo en la emisora. Éramos muy diferentes, pero ella ponía cordura y
sensatez a mi espíritu más caótico e impulsivo. Fueron varios los años que coincidimos
en el Festival que contribuyó a afianzar la amistad que todavía conservamos,
aunque apenas nos veamos ya que vivimos en ciudades distintas con nuestras
respectivas familias.
El Festival de Huelva fue una de las señas de identidad
de REE y todavía hoy se sigue por compañeros como Teresa Montoro. que, desde hace ya
muchos años, es una auténtica especialista en el cine iberoamericano y en
general, en todos los temas vinculados con Iberoamérica ya sean políticos,
sociales o culturales.
Huelva fue también para mí acercamiento y
conocimiento del cine iberoamericano gracias a sui festival y a quiénes lo hicieron posible como su director José Luis Ruiz y los que estuvieron
en su equipo Julia Marquínez, Soledad
Mora; Vicente Quiroga … Es una ciudad que, en contraste a la decadencia del
festival ha mejorado mucho en los últimos años con el paseo junto a la ría y
otros lugares que merece la pena visitar en contraste con aquellos lejanos años
ochenta con el fuerte olor a celulosa, proveniente de la fábrica cercana y una
neblina penetrante que nos acompañaba durante la semana que pasábamos en la
ciudad.
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| Cuando el Emperador se llenaba en el Festival |
Por encima de todo Huelva es cine y amistad
,memoria del Tartessos y el Emperador, de amigos como Rafa Terán incansable periodista
que promovió y finalmente creó el Centro de Comunicación “Jesús Hermida”, un
estupendo museo que el mismo dirige o especialmente del Mugu, fotógrafo de
prensa y del festival que no dejó a nadie sin fotografiar. Su cámara le acompañaba
siempre, tanto como sus risas. Siempre que regreso, aunque sea por un día, nos vemos y mantenemos la complicidad de aquellos
tiempos en que podías tomarte unos garbanzos con espinacas o un menudo en un
bar abierto cuando la ciudad comenzaba a despertar.
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| Con el dtor. Enrique Gabriel, Sancho Gracia y Carlos Iglesias |
Antes, en el “Quitasueños”, en la zona del
Muelle del Tinto se tomaban las últimas copas de la noche, en un lugar que
nadie te recomendaba, y en el que se entremezclaban marineros, prostitutas,
pequeños delincuentes y amantes de la
noche. Pero por encima de todo el “Quitasueños” se convirtió en uno de los
referentes del cante flamenco, con cantaores que se arrancaban por fandangos en
la madrugada mientras los fantasmas que ocupaban las mesas apuraban sus copas y
sus tragos de vida. Más de una noche surgieron las navajas mientras como espectadores
asistíamos a las trifulcas que se montaban en el interior del local. Más de una
noche fue la policía y más de una noche regresamos, acompañados por el silencio,
camino del hotel. Al despertar no estaba el dinosaurio de Monterroso y si mucha radio y mucho cine.