La auténtica Aurora Rodríguez, la madre de Hildegart |
“La virgen roja” ha sido uno de los títulos destacados de este pasado año. La película de Paula Ortiz (“La novia”) no se fue de vacío de los premios Goya y consiguió el de diseño de vestuario y dirección artística dos reconocimientos que recompensan la más que cuidada estética de la película. A unos les habrá gustado más que a otros, pero la historia que cuenta “La virgen roja” es apasionante y. sobre todo recupera un suceso que conmocionó a la sociedad española de la II República.
Sigue sin
esclarecerse aquel suceso que llevó a la muerte a la joven Hildegart a manos de
su madre Aurora Rodríguez. Hildegart fue una niña prodigio que, con tan solo
cinco años sabía cuatro idiomas aparte, por supuesto, de leer y escribir a más
temprana edad. A los catorce estudiaba Derecho y en su corta vida, fue
asesinada a los 19 años, terminó tres carreras, escribió quince libros y más de
un centenar de artículos.
Daba
conferencias y participaba activamente en la vida política de la República,
primero como militante socialista y posteriormente abrazando ideas más próximas
al anarquismo. Se carteó con H.G. Wells,
el sexólogo británico Havelock Ellis quién fue precisamente quien la bautizó
como “La virgen roja”; y mantuvo
relación con Gregorio Marañón, Julián Besteiro o Federica Montseny. Su entierro
en Madrid fue multitudinario con miles de personas siguiendo la comitiva.
El otro día,
en un ciclo que organizamos en una Asociación de Vecinas en Madrid ,
proyectamos “Mi hija Hildegart”, película de 1977, dirigida por Fernando Fernán
Gómez basada en el libro que publicó el periodista Eduardo de Guzmán en
1973, sobre el juicio que hubo en 1934
contra Aurora Rodríguez por el que fue condenada a casi 27 años de prisión,
aunque finalmente sería trasladada al sanatorio psiquiátrico de Ciempozuelos,
donde fallecería en 1966. Eduardo de Guzmán, una figura a reivindicar, siguió
el juicio para el diario “La Tierra” y conoció personalmente a madre e hija. Su
testimonio fue primordial para que desde 1973 se hayan publicado diversas obras
sobre Aurora y su hija Hildegart, aunque no demasiado difundidas.
“Mi hija
Hildegart” es una película academicista, plana, poco emotiva y con una pobre
ambientación que, sin embargo, si revivió al personaje que, de alguna manera
había sido ocultado a la opinión pública. Según lo que se contó, Aurora
engendró a su hija tras buscar un hombre que nunca reclamase su paternidad.
Ella quería crear la mujer perfecta y para ello la sometió desde niña a las más
avanzadas técnicas pedagógicas y a lecturas sustentadas en los clásicos
feministas y marxistas. Su vida, sin embargo, está llena de contradicciones
porque Hildegart es una mujer que quiso ser revolucionaria frente a las
costumbres sociales pero que nunca salía sin su madre, su permanente guardián.
Cuando
finalmente Hildegart se desvía del
camino trazado por su progenitora, preparando un viaje a Londres para reunirse
con Wells y otros intelectuales; comienza a salir con un compañero o siente como
su madre controla cualquiera de sus movimientos, ésta la asesina de cuatro
disparos en su piso de la calle Galileo de Madrid. Hay versiones que dicen que
Hildegart pidió que la matara reconociendo que se había desviado del camino
trazado por su madre pero lo más aceptado es el hecho de que Aurora no aceptaba que su hija le fuera
arrebatada por nadie porque, como dijo en algún momento era “su escultura de
carne” , la mujer que había moldeado a su gusto para que fuera líder del
movimiento feminista. Según esas teorías la mató por “celos” o por esa frase tan definitoria cuando nos
referimos a la violencia masculina: “la maté porque era mía”.
Tanto “La
virgen roja” como “Mi hija Hildegart”, sin que sean dos películas redondas nos
acercan a un hecho de nuestra historia demasiado oculto y sin que se haya
llegado a conclusiones totalmente esclarecedoras. Junto a las películas hay
varios libros, aparte del publicado por Eduardo de Guzmán , “Aurora de sangre.
Vida y muerte de Hildegart”(1973 y reedición 2014), podrían destacarse “La
virgen roja”, de Fernando Arrabal (1986), “A mí no me doblega nadie. Vida y muerte de
Aurora Rodríguez”, de la historiadora Rosa Cal (1991) o más recientemente “La
madre de Frankenstein”, de Almudena Grandes (2020).
PUBLICADO en LA VOZ (17.2.25)
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