Estos últimos años he visto caminar trabajosamente a José
Luis Borau por las inmediaciones de su domicilio en la zona de Capitán Haya , próximo a la Castellana.
Su deterioro iba haciéndose evidente. Tiempo atrás tuve muchas ocasiones de
conversar con él, en largas entrevistas que hice para Radio Nacional. La última
fue, creo, en 2001, a raíz de la presentación de “Leo”, su último largometraje
en el festival de Cine Español de Málaga . En aquella ocasión José Luis Borau
me comentó que si la llegada masiva de inmigrantes que se estaba produciendo en
aquellos años en España, hubiese sucedido tiempo atrás, no hubiera sido necesario
irse a Estados Unidos a rodar Río Abajo para contar una historia de los
sin papeles.
“Río abajo”, fue un fracaso comercial y causó enormes
pérdidas a su productora. La suerte no quiso favorecer al cineasta
aragonés que estaba asentando su carrera
después de títulos tan reconocidos por los aficionados al cine como “Hay que
matar a B”, “Furtivos”, y “La sabina”.
“Furtivos” fue su mayor éxito y también su mejor
película. Aunque la censura en España daba sus últimos coletazos sorprende que
este duro drama provincial y pasional fuese capaz de sortearla. Angel
(Ovidi Montllor) está atrapado entre dos mujeres, su madre, violenta, cruel y
posesiva (Lola Gaos), y una joven escapada de un reformatorio, Milagros (Alicia
Sánchez) cuya presencia rompe la monotonía y falsa armonía de la madre
y el hijo, en un bosque oscuro y
hostil que tiene su propio protagonismo en la película.
“Furtivos” es un
reflejo de la España más profunda y deja en evidencia las miserias de un
país que tenía atrasos de toda índole. La España de los años setenta
todavía estaba anclada en el pasado.
Con “Tata mía”, con la que recuperó para la pantalla
a Imperio Argentina y la serie de televisión “Celia”, basada en las novelas de
Elena Fortún, Borau consiguió resarcirse,
en parte, del fracaso de “Rio Abajo” .
Siempre fue un hombre
inquieto y un gran amante del cine y del lenguaje cinematográfico, sobre el que
versó su discurso de ingreso en la Academia de la Lengua. El actual
presidente de la Academia de Cine, Enrique González Macho le ha definido hace
unas horas como el mejor presidente que ha tenido esta institución, cargo que
ocupó de 1994 a 1999.
Siempre recordaremos
su imagen, en la gala de los Goya de 1998, con las manos pintadas de blanco
para protestar por los atentados terroristas. Fue siempre un hombre
comprometido y generoso, querido por la profesión y maestro de muchos guionistas y directores.
Se ha ido José Luis Borau, nos quedarán, y no es un tópico,
esas películas de las que siempre descubriremos algo y sobre toda la Fundación Borau
en la que apostó por los más jóvenes y en que pervivan los legados
cinematográficos de él y de todos cuantos aman el cine. De esta forma con el buen uso de la Fundación, siempre
estará contento “el niño grande”del cine español, como se definía así mismo.
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