Agosto
siempre ha sido un buen mes para los rodajes. Los cineastas renuncian a las
vacaciones tradicionales para aprovechar la soledad de las grandes ciudades y buscar
el plano deseado.
Agosto
siempre ha sido un paréntesis de nuestras vidas. Una isla que nos hace soñar
con una burbuja en la que entran los pájaros de Baden,Baden, como los que
plasmó con su pluma Ignacio Aldecoa y que años después llevó al cine Mario
Camus con una actriz de suave sensualidad, a lo Katherine Ross o Jennifer
O’Neill, llamada Catherine Spaak y que en su juventud hizo pensar a un
cuarentón arrebatado, que esos pájaros
de calor y deseo nunca se iban a marchar.
Pero
se fueron como todos los veranos, de todos los tiempos. Mientras nos escoltan,
sugieren historias imposibles que nos dicen que
la tentación vive arriba y que nos tentó aquel verano ,dejándonos esa
imagen entre sorprendida y pícara de Norma Jean con una falda levantándose,
mucho menos de lo que fuimos capaces de imaginar.
Norma,
Marilyn, siempre sugirió. Siempre formó parte de los sueños cálidos de las
noches de agosto y se adelantó por muchos cuerpos a la mujer diez, aquella
perfecta y excéntrica a la que le gustaba hacer el amor acompañada por el
bolero de Ravel. Dudley Moore no pudo cumplir sus deseos y ella ni siquiera fue
Baden Baden.
Hay
títulos que hablan de largo y cálido verano. En la Goulette, en la Provenza
,nos llevan al 42 o nos apremian porque de repente, sin darnos cuenta, es el último verano.
Éste
es el último que hemos vivido, el que tenemos más reciente y el que nos hará
saber que el calendario no se ha detenido porque ya avanzamos hacia el
siguiente mes de agosto.
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