Javier Bauluz: describe con esta imagen muerte y lealtad en Bucha
Suena la alarma. Son las 7.30 de la mañana. Como todos los
días prepara la cafetera. Se afeita y se ducha, Putin anuncia que no invadirá
Ucrania. Despierta a los niños. Se habían duchado antes de acostarse. Su mujer
trabaja de noche en el hospital, hoy librará y dormirá en casa. Desayunan. Él
un café bebido. Los dos niños cacao, galletas y un zumo de naranja. Se
apresuran con los abrigos y los gorros. Hace frío. Al invierno le cuesta
retirarse. El colegio está a menos de quinientos metros. Cogen sus bicicletas.
El continuará hasta el trabajo. Los besa y será su madre quien los recoja. A
las diez y media tiene una entrevista con el gerente de la ópera de Mariúpol. Resulta
una charla agradable, los dos hablan de los próximos espectáculos, aunque se
muestran escépticos con el anuncio de Putin. No se fían del líder ruso. Al
mediodía come cerca del periódico con dos compañeros. El frío sigue siendo muy
intenso. La tarde en la redacción es
apacible, sin sobresaltos. Las noticias están dormidas. Solo rumores. Cuando
llega a casa está su mujer. Los niños ya se han dormido. Ha preparado una sopa
de remolacha (borsch) y una salchicha (kovbasa). Hablan poco. La serie que
están viendo deja de interesarles. Se van a la cama. Esa noche hacen el amor.
Lo hacen con fiereza, con rabia como si presagiaran que algo iba a suceder.
Son las dos y suenan las sirenas. Corren al sótano con los
niños donde ya encuentran a otros vecinos. Todos arrancados del sueño. Un bebé
llora. Huele a humedad y hay moho en las paredes. Siguen llegando vecinos con
el rostro desencajado. Pronto las primeras explosiones, pronto ruidos
ensordecedores con edificios derrumbándose. Se entremezclan explosiones con
gritos, lloros, rezos y alguien se atreve a entonar una canción. Suena “Imagine”
Cuanto tiempo han estado em el sótano, dos, tres horas, un
minuto, una eternidad. Se asoman con recelo . Ya no hay calle, ni farolas, ni
arboles ni siquiera el pequeño parque infantil en que jugaban los niños. Solo
un columpio que se mece por el fuerte viento. Su casa ha resistido. Los cuatro
se miran incrédulos. Nadie ha pronunciado palabra. Voces les indican maneras de
protegerse. Voces suenan en una ciudad devastada, la misma que ayer conocían y
que hoy es un esqueleto de edificios que fueron .
Todo ha cambiado de un día para otro , todo es diferente. Mariúpol
es hoy una ciudad fantasma ,Ayer la gente caminaba por la calle y algunos reían.
La panadería, la pizzería, la farmacia… son un montón de escombros. Coches
destrozados y algunos siguen ardiendo. Cráteres en el suelo. Falta poco para
que bombardeen la ópera. Con cientos de refugiados intentando protegerse. Medio
millón de habitantes a las puertas del Mar Negro. Quedan poco más de cien mil
que no han podido salir a buscar refugio. Mariúpol es ciudad mártir como lo fue
Gernika o como lo fueron Sarajevo y Alepo…Las bombas no entienden de vidas. Las
bombas hacen que nada sea como ayer. Las bombas derriten la memoria…
Bucha devastada con cuerpos de civiles esparcidos por sus
calles. Civiles maniatados, muertos de cualquier manera, con los tiros de la
guerra, de todas las guerras , de esas malditas guerras y de todos los que las
promueven desde el confort donde están asentados.
Me detengo en una fotografía de Javier Bauluz. Una bicicleta
abatida y junto a ella el cadáver de quien la montaba. Un perro observa la escena . Está medio echado
preguntándose por qué su dueño no vuelve a subirse en la vieja bicicleta verde
. El hombre marchaba o regresaba a casa . Se quedó en esas calles o carreteras
que nunca volverán a ser las mismas. ¿Quién dio la orden? ¿Quién ordenó matar?
La alarma de Mariúpol ya no sonará como ayer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario