No solo es Cannes que
prácticamente desde siempre deja a un lado las producciones españolas, es que la moda alcanza Venecia y
Berlín, festivales que no incluyen tampoco en sus secciones competitivas
películas españolas.
Resulta un tanto
frustrante que nuestras expectativas actuales se limiten a dos o tres nombres ya
conocidos como únicos posibles candidatos a competir en algún certamen
internacional. Nuestra presencia se limita a San Sebastián y festivales que no están al más alto nivel en
la esfera internacional. Lo hemos visto en Berlín donde no ha habido títulos españoles por ningún lado, cuando en los ochenta y noventa nuestras
películas no solo competían sino que conseguían numerosos premios.
Creo que, como en tantas
otras cosas, no sabemos vender nuestros productos, no encontramos la tecla que
ayude a que nos promocionemos y que títulos como A cambio de nada, La novia o
Techo y comida todas pequeñas películas dirigidas por jóvenes que tratan temas
universales, hubiesen tenido ayudas para una mayor promoción internacional.
Son
filmes cuya temática tiene cabida en cualquier festival como ocurre ahora con
otra película que he visto esta semana y que se estrena en unos días.
"La decisión de Julia", de Norberto López Amado. Es también una película pequeña, rodada en un
exquisito blanco y negro, de una bellísima estética que nos habla de una
mujer madura que decide volver a la
habitación de un hotel donde pasó los quince días más felices de su vida. Unos
recuerdos que le han acompañado siempre y que nunca pudo olvidar. Esa
habitación, es la habitación de la memoria que le permite sentir, dialogar,
reprochar o amar a quién compartió ese tiempo, un joven vasco del que no sabía
nada, un desconocido que marcó su vida para siempre. Marta Beláustegui,
espléndida, atrae sus fantasmas que se reducen a aquel hombre, también
excelente Fernando Cayo, con el que desgrana la breve e intensa relación que mantuvieron.
Ellos sustentan casi exclusivamente el filme, donde Josean Bengoetxea y Yolanda Ulloa representan el presente, la
realidad en esa decisión de Julia tan firme como cruda que evoca casi
poéticamente los momentos por los que mereció la pena vivir, mientras en la
habitación de al lado una pareja ríe y ama. Julia como los espectadores, busca
respuestas en esos minutos que le quedan para ser solo pasado. Un filme
intimista y casi un thriller emocional que tiene cabida en cualquier festival
porque como ocurre con otras muchas películas intimistas y universales los
espectadores se decantan por propuestas muchos más comerciales. Películas de
esta índole deben ser apoyadas y promocionadas porque forman parte de nuestro
tiempo y relatan nuestra propia existencia. Ese cine también debe ser visto y
los festivales son un primer escaparate. Hay que intentar ir a los mejores y
Cannes, Venecia, Berlín son, junto a San Sebastián, los certámenes donde se
exhiben las grandes apuestas de cada temporada. España no puede continuar
ausente de los grandes citas del cine internacional.
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