11/22/2010

ELVIRA LINDO. "Lo que me queda por vivir"

- “ Mi libro contiene toda la esperanza .El título es como una especie de suspiro de alivio y la confirmación de que las personas aprendemos a vivir “

- “No he querido hacer una crónica de los ochenta. La novela refleja la vida de una mujer joven durante aquellos años”.



Hay árboles frutales en el jardín de Elvira Lindo, y una pequeña piscina en la que imaginamos a la escritora huyendo del calor veraniego, en el Madrid del asfalto. Su casa y las aledañas son como una isla a muy pocos metros de avenidas como Ramón y Cajal y calles como Alfonso XIII.Nos acomodan en una sala amplia y nada agobiante y a los pocos minutos aparece Elvira, con blusa blanca y pantalón gris .Se la ve bien. Alegre y cada vez más segura a medida que avanza la conversación.
Aunque nunca ha dejado de escribir y la hemos leído en diversos medios de comunicación, vuelve ahora a las librerías con su nueva novela “Lo que me queda por vivir” (Seix Barral) en que relata la historia de una mujer joven en el convulso Madrid de los años ochenta. No es una novela lineal y si de continuos saltos en el espacio y en el tiempo. Cuenta las vivencias de una mujer ,”Antonia”, que tiene ,como reconoce la propia Elvira Lindo, una vida parecida a la que ella tenía en aquellos años. “Efectivamente-nos dice-hay cosas que se parecen a mí pero hay otras muchas que están inventadas. El personaje que tiene más similitud con la vida real es el del niño (Gabi), ya que buscaba un personaje que tuviera entidad, personalidad y que al mismo tiempo interviniera en la vida de los adultos. Tuve la suerte de haber sido madre y haber tenido un buen modelo al que seguir”.
Durante más de una hora charlamos sobre literatura, periodismo, radio o el tiempo que le ha tocado vivir. Y a lo largo de la conversación dos nombres propios Antonio Muñoz Molina y Antón Chejov son los más repetidos. Ésta fue la entrevista
-El germen de” Lo que me queda por vivir “, cuenta en el prólogo, nace de cuatro folios muy sencillos sobre una madre que va al cine con su hijo de cinco años , una de esas noches de diario en que los niños no suelen salir de casa. El escenario es la Gran Vía de Madrid . El niño se lo toma como un regalo. La madre pasa por un mal momento en su vida.
“Escribí aquellos cuatro folios, lo llamé “El huevo kínder” y se lo di a leer a Antonio (Muñoz Molina,su marido) y a mi hijo. Cuando vi su reacción comprendí que tenía que ser algo más importante. Sin embargo, tardé varios años en decidirme a escribir la novela. Había algo muy intenso, muy emocional y tenía que encontrar el tono apropiado. De hecho escribí muchos más folios, pero quería que se quedara en el esqueleto,en lo esencial.
¿En ningún caso hablamos de una crónica del Madrid de los ochenta?
Creo que el lector lo que hace es entrar en la cabeza de una mujer joven, que está perdida, sola y desasistida. No quería hacer una crónica de los ochenta ,ya se ha escrito mucho y se han idealizado aquellos años. Para mí no fueron ideales desde un punto de vista personal y ni siquiera a nivel social o cultural. La droga arrasó con la vida de muchos de mis amigos , y en cuanto a la cultura había un camelo tremendo .Quedaron dos o tres personas que fueron los que siguieron trabajando y el resto desapareció.
La novela comienza con la protagonista reencontrándose con Madrid y el Café Lyon, situado en la calle Alcalá, y actualmente desaparecido. Años atrás, ella, y otras jóvenes con inquietudes querían codearse con los intelectuales de la época y sentarse en las viejas mesas del establecimiento ,que llamaban “los mármoles de la literatura”.
Sí, ahí me sitúo en el momento en que “Antonia” tenía diecisiete años e iba al instituto. La gente joven a la que nos gustaba leer estaba influenciada por los medios de comunicación que en aquellos momentos eran fundamentales en España, porque se estaba haciendo un país diferente de un día para otro. Había gente como Paco Umbral que te contaban en sus columnas historias de café y a mí, como a la protagonista, me llenaba la “cabeza de pájaros”. Creía que entrando en el Café y con tocar el mármol de las mesas me iba a convertir en algo. Y no fue así. Hubo gente que sí ,algún poeta que desde muy joven, encontró el camino de la literatura . A mí me costó. Mi camino fue mucho más largo.
El título de la novela, “Lo que me queda por vivir”, es casi una declaración de intenciones, y una puerta abierta al tiempo en que vivimos y al que tenemos por delante.
En mi libro se contiene toda la esperanza. Refleja una etapa de confusión en la vida de una persona. Entonces, el título para mí, es como una especie de suspiro de alivio y la confirmación de que las personas aprendemos a vivir. Es además el título de un bolero muy bonito que cantaba la cubana Omara Portuondo. La letra, “lo que me queda por vivir serán sonrisas…” , viene a decir que lo que le queda van a ser alegrías porque “Antonia” ya ha vivido todos los capítulos de dolor. Escuché el bolero y enseguida pensé que se parecía a la historia del libro.
Ha escrito que se trata de una novela, pero con tan pocas trampas, que sintió miedo al entregarla.¿Por qué?.
Porque me di cuenta cuando la estaba escribiendo que sonaba a verdad. Pienso que sólo se podía escribir en el tono que tiene pero, por otro lado, me producía miedo. Pensaba, esto parece una confesión y realmente es una construcción literaria.
En la literatura española hay una especie de temor a todo aquello que tenga un tono sentimental, arrebatado, o que sobrecoja. Durante el tiempo que fui ideando la novela, leí varios autores que me ayudaron a construirla y especialmente a Chejov.Su literatura contribuyó a que simplificara el lenguaje al máximo y cuando lo simplificas, todo parece más de verdad.
Ya me ha dicho antes que el niño, Gabi, ha tenido un modelo definido pero hay otros personajes que acompañan de una otra forma a “Antonia”, en el devenir de la narración. La madre, la tía Celia o los amigos como “Jabato”. ¿Ha tenido que buscar mucho en su memoria para encontrar un personaje como él?
“Jabato”-tú has trabajado en RNE-es una mezcla de personas a las que hemos conocido.”Jabato “ (ríe) es un personaje de RNE. He conocido a hombres como él que poco a poco fueron ascendiendo en aquel medio público. Muchas veces la gente entraba sin suficiente preparación ,pero con el tiempo se convertían en excelentes profesionales. La radio fue una gran escuela, por lo menos para mí.
¿Tan buen recuerdo guarda de su paso por la radio que ha querido que su protagonista fuera locutora y después guionista como Ud.?
Yo entré en RNE con diecinueve años y tomaba café con señoras de casi sesenta o con el señor que escribía las cartas de Elena Francis. Había una mezcla muy interesante con la gente que había estado en la emisora durante el franquismo y los que llegábamos con ideas muy diferentes. ¿Qué como pudimos convivir? Pues convivimos. A finales de los setenta y durante los ochenta existía ese afán por convivir y ayudar al cambio que se estaba produciendo en el país. Ahora, sin embargo, veo un retroceso en nuestra convivencia.
Cómo es ese retroceso .¿ Ve un país muy diferente al de los ochenta?
Es un país muy contradictorio porque por un lado hay una falta de contención increíble. Ahora pones la radio ,la televisión o incluso lees un periódico y se ha colado una forma de hablar o escribir que no es que sea popular, es ordinaria. Se ha vulgarizado el lenguaje. Y por otro lado ,creo que es una sociedad más puritana, que convive con lo políticamente correcto. Este libro habla de la juventud de otra época ,veinte o treinta años atrás, y la protagonista tiene una vida como la de otras muchas jóvenes de aquellos años que vivieron experiencias vitalmente inolvidables, no porque fueran maravillosas, sino porque no se pueden borrar de la memoria.
Lo que dice me lleva a una frase que aparece en su novela: “El pasado no se borra”(pag.147).
Yo con el pasado creo que tengo una buena relación. Para el escritor, la infancia es un tesoro de la que puede ir sacando cosas toda la vida. Yo pasé malos momentos cuando tenía nueve o diez años con la grave enfermedad de mi madre .Tuve una época de crecimiento dura pero ahora he conseguido relacionarme bien con aquel tiempo. Es algo que me enriquece , a pesar de que a veces me hace sufrir un recuerdo y me pongo melancólica, pero he borrado la posible incomprensión hacia las personas que vivieron conmigo aquellos años. Ese pasado soy yo con todo lo que vivido.
¿Y el presente ?
Creo que vivo una época de mi vida serena que sólo se ve alterada cuando tengo que mostrarme públicamente. La incomodidad de hacerme visible y contar mis cosas me hacen más tímida de lo que soy. Miro para atrás sin furia y sin rencor y pensando que todo lo que he sufrido y también disfrutado, me sirve para escribir. Actualmente hago una especie de debe y haber y si hay algún problema, a los dos días, supero las cosas porque me doy cuenta de lo que tengo.
La muerte aparece en las páginas de su novela pero, de alguna manera, hace que todos estén vivos en el recuerdo de la protagonista.
En todo lo que escribo la muerte está muy presente ,porque de manera real siempre ha estado en mi vida. Me quedé huérfana a los 16 años, pero mi madre, como te he comentado, estuvo enferma desde que era una niña. Mi abuelo también murió cuando yo era pequeña. Sabía que significaba que muriera alguien.
Gran parte de mi familia está enterrada en un pequeño cementerio de un pueblo que se llama Ademuz, que es de Valencia, y claro la última vez que fuimos al cementerio los hermanos, vino también Antonio (Muñoz Molina). Al ver las tumbas comienzas a hablar de tu infancia y parecía que le íbamos presentando a Antonio a los muertos como estuvieran vivos, y la verdad es que fue muy emotivo.
Hay un pequeño detalle en el libro ,el pueblo se llama Ademuz y es el título de un capítulo de Antonio en “Sefarad”. Le dije-mira- he puesto el mismo nombre, y fue él quién me pidió que no lo cambiara porque era una forma de que conectáramos los dos. Además el pueblo que tenemos en la cabeza es el mismo y la tía que sirve de inspiración es la misma. En su narración está muerta y en mi caso la estoy recordando viva. Me pereció bonita esa conexión entre nuestros libros.
¿Cómo es la relación que establecen A.Muñoz Molina y Elvira Lindo a lo hora de comentar sus trabajos, de leer lo que han escrito?
Es una relación muy estrecha, parecería obvio porque estamos casados, pero no, los dos nos pedimos consejos, nos enseñamos, somos los primeros lectores el uno del otro y ,no sé, creo que nos hacemos caso en lo que nos decimos. Si Antonio me dice algo yo le hago mucho caso, no por ser el escritor que es, no es la razón fundamental, sino porque lo que me va a comentar sobre la novela es lo que haría con su propio libro.
¿ Le ha ayudado la distancia a la hora de construir su novela?,¿ Su estancia en Nueva York le ha permitido hurgar en el pasado para recrear a Antonia y al resto de personajes ?
Es indudable porque he podido mirar aquellos años con una madurez que he tardado en adquirir. Creo que soy una persona que ha madurado tarde, tal vez porque me sometí muy pronto al mundo. Y el habernos ido a vivir en Nueva York, en 2001,creo que psicológicamente te distancia de los miedos que puedas tener y te hace ser más emprendedora en los proyectos que te habías planteado. Empecé a escribir de forma diferente y algunos lectores me pedían que escribiese como antes, pero yo buscaba otras cosas. Siento que la persona que escribe esta novela se parece más a mí.
¿Eso no significa que se arrepienta de todas las cosas cómicas que ha escrito, y de un personaje como “Manolito gafotas”.
No, en absoluto, me han ayudado mucho en mi profesión. Con “Manolito” me he reconciliado, es lógico, había acabado un poco harta. Ahora en Turquía quieren hacer una serie de televisión, y es que creo que lo mediterráneo tiene muchos puntos en común proceda del país que proceda. Seguro que habrá algún niño turco parecido a “Manolito”, y la estructura familiar de una familia turca no debe porque variar mucho de una española.
Un “Manolito” que nació en la radio. La voz, la palabra tiene también mucha fuerza en tu novela.
Este libro, de alguna manera, es un homenaje a la radio, a aquella radio tan libre y creativa a la que llegué sin cumplir los veinte. La voz es muy chivata, por eso la descripción de las voces es importante en el libro. Sí cuando hacía el programa, estaba pasando una mala racha, yo era la primera en notarlo, porque me bajaba el tono de voz.Sabía que la radio tenía que aparecer en algo que yo escribiera.

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