7/17/2022

SOY MAYOR, NO IDIOTA. UNA CAMPAÑA QUE NO DEBEMOS OLVIDAR

 


 
Fotografía El español

Resulta que no lo somos, pero se empeñan en que lo seamos. Nos tratan como a seres caducados. Mi padre, cuando mi madre le abroncaba por tomarse el segundo vaso de vino , le decía tranquilamente:

No te preocupes tengo 82 años y estoy caducado como el yogur. La esperanza de vida no llega a los 80 por lo que llevo tres de regalo. Ese era mi padre, pero hay otros muchos padres que se han visto superados por la revolución tecnológica en la que nos hemos ido metiendo desde principio de los noventa. Mi padre, que murió hace catorce años tenía formación universitaria y una larga carrera profesional, pero dudaba con los euros y te preguntaba si llevaba doscientos en la cartera si era mucho dinero.

Pues mira, le decíamos, es como si hubieses salido a tomarte una caña con cuarenta mil pesetas encima. Se reía y decía “bueno es por si queríamos tomar más de una, avisa a tus hermanos”.

A mí, y a mis compañeros de generación nos costó menos, y la adaptación la fuimos haciendo paulatinamente. No obstante, todavía,  a veces, me gusta reconvertir en pesetas lo que me ha costado un vino o unos langostinos. El otro día, en Sanlúcar pedimos uno, bastante lustroso la verdad, y nos cobraron 3 euros con 50 céntimos. O sea que un langostino son 700 pesetas de las de antes.

Hace unos meses, mis nietos de diez y doce años se quedaron estupefactos con una cabina telefónica en un pueblo de Segovia. Les explicamos para que servían y nos miraban sorprendidos. Lo mismo les ocurre cuando los muestras viejos artilugios como el casete, las cintas, el tocadiscos, los elepés ,los vhs o las máquinas de escribir.
Fot.(ABC color)

Mi generación tuvo que adaptarse en nada a los ordenadores que sustituían a las máquinas de escribir y que encima venían con las noticias incluidas sin tener que desplazarte a la sala de teletipos y más cuando sonaba la chicharra para darte una noticia urgente.  Tampoco tenías que subir al Archivo Sonoro para pedir un disco o un documento todo se iba incorporando a los ordenadores en los que se editaba, montaba o redactaba. Hoy un periodista con un móvil es el rey del mambo, nosotros hasta los noventa nos las ingeniábamos de mil maneras diferentes para mandar una crónica buscando una cabina en la calle o entrando en un bar donde te facilitasen una ficha, una especie de moneda,  para poder hablar con el interlocutor que tuvieses en la redacción o enviar la crónica a control central.

Quiero decir con esto que, en un corto espacio de tiempo tuvimos que adaptarnos a esta imparable sociedad tecnológica que cada año nos trae alguna sorpresa nueva. Casi ha desaparecido el correo de papel, Ahora están los emails, los sms, los washaps y por supuesto, las redes sociales que son una puerta abierta a la no intimidad. Todo está dentro de esos pequeños aparatos que se han convertido en una extensión de nuestros oídos . En los últimos diez años ha aumentado en un noventa por ciento el uso del móvil. En un estudio reciente se señala que de media miramos el móvil 142 veces al día y pasamos 18 horas y 12 minutos a la semana viendo la pantalla. Tranquilos, así no pensamos en otras cosas.
Fot. (Asociación vecinal de Barajas)

“Soy mayor pero no idiota” la campaña llevada a cabo por el médico jubilado Carlos San Juan, reunió más de 100.000 firmas, pero noto que nos siguen tomando por el pito del sereno. Cierran sucursales bancarias por doquier, pueblos que se quedan sin ningún banco; las citas presenciales para  reclamar en las compañías del gas, electricidad  o telefonía pertenecen también a ese pasado; los billetes de transportes ; la entrada en los museos, en los espectáculos , en los restaurantes todo se va limitando a una fría relación entre el hombre y la máquina que, en ocasiones, te sale respondona y después de hacer toda la operación, zas, por arte de magia, te dice que vuelvas a repetirla.

Hay máquinas idiotas porque los sistemas fallan más de una vez y por eso te cobran recibos erróneos que te cuesta un mundo poder reclamarlos o te atribuyen un cambio en los pagos de la tarjeta cuando tú tienes la seguridad de que no has establecido ninguna cantidad fija mensual. Máquinas tan idiotas como algunos empleados que no pueden entender que los artilugios que acabarán quitándoles el trabajo puedan errar y te tratan de manera casi compasiva y con cierto aire de superioridad atribuyéndote el error.

Hay vida más allá del móvil, de internet y de toda la parafernalia que los acompaña. Son útiles, pero nos hacen inútiles. Yo, por si acaso, antes de hacerme más mayor, me voy a tomar una cerveza y poner, he dicho bien, una película en el reproductor o si se tercia un disco en el vinilo.  Eso sí, apago el móvil.

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