7/20/2022

MIRAR HACIA ARRIBA

 

 


 

 Desde hace casi catorce años me pateo las calles de Madrid. Un arquitecto, hermano de un amigo, comentó que en Madrid siempre hay que mirar para arriba porque te sorprenderás. Y sucede así porque te encuentras con maravillosos edificios que pasaban desapercibidos cuando llevabas tus manos en un volante y la tensión del trabajo en la cabeza.

En este tiempo sigo sorprendiéndome con la belleza de muchas casas de enormes balconadas o torres o cúpulas coronándolas. También pequeños y cuidados edificios en callejuelas escondidas con balcones llenos de flores e incluso, mientras caminas notas los olores de algún guiso que seguro encontrarán destinatario. Miras los portales de madera recios y expectantes porque te dicen, si les preguntas, quienes pasaron por ahí, quienes atravesaron los umbrales, que vidas subieron y bajaron escaleras o quienes rieron y también lloraron en el trascurrir de los años.  Aquí vivió Federico García Lorca, allí Benito Pérez Galdós, más allá Vicente Aleixandre, en la esquina Ramón María del Valle Inclán…tiene magia visualizar esos edificios y ver como empezaban sus días quienes nos hicieron sentir la vida con sus poesías o sus relatos.

Madrid es una ciudad para pateársela que es también como una forma de reconciliarse con el agobio y la desazón que muchos días nos produce deseándonos dejarla atrás y refugiarnos en mar o montaña. Caminando se ven las cosas de otra manera-

Lo hago con asiduidad, es raro el día que bajo de los once mil pasos, lo que suponen varios kilómetros por avenidas, parques o esas callejuelas escondidas donde apenas hay ruidos.

Si no ando utilizo indistintamente el metro o el autobús que son dos eficaces medios de transporte, En el metro, los viajeros son jóvenes que visten de forma desenfadada y que llevan incorporado el teléfono móvil de rigor. Algunos, con los cascos, absortos en la música; otros con juegos, los de más allá escribiendo o recibiendo mensajes o algunos hablando y hasta contándonos su vida. En el metro hay rupturas o enamoramientos , incluso despidos cuando escuché a una chica llorando mientras hablaba con su padre porque la habían echado del trabajo.

El metro da mucho de sí porque hoy mismo hasta he visto a dos personas leer, algo cada ves menos usual. Eran dos mujeres, una entrada en la cuarentena que sujetaba un voluminoso libro de Ken Follet; la otra de algo más de treinta años, iba sentada con un libro de bolsillo de María Dueñas. Hace catorce años no había tanta dependencia del móvil y eran muchas más las personas que leían, incluidos los periódicos que, ahora brillan por su ausencia.

El metro, como rezaba aquella película, “no es lugar para viejos” que si llenan los autobuses de más fácil acceso y donde los móviles pasan casi desapercibidos. Son `pocos los jóvenes que suben a los autobuses y muchos más los mayores de bastón incorporado y más difícil movilidad. Alguno incluso si ojea el periódico y otros llevan libros no de muy gran formato, ligeros, pero siempre llenos de palabras.

Ha disminuido el numero autobuses y trenes y hay más espera y vagones más abarrotados en las horas punta, aunque en verano no ocurre lo mismo . A mi como jubilado me cuesta algo más de tres euros moverme por toda la comunidad de Madrid. No hace falta que me lo bajen más solo debe ser gratuito para quienes más lo necesiten y en lugar de seguir disminuyendo el precio del abono mantengan la calidad de nuestro transporte público y si sobra, por ejemplo,  que sea una aportación a la prevención de los incendios que tanto daño están causando a lo largo de nuestro territorio. Se trata de que nuestros recursos, los impuestos que pagamos todos sean bien empleados, y no por muchas rebajas vamos a votar a quien no queremos.

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