Siete le cayeron. Los alemanes fueron rayos, los brasileños tímidas
gotas de lluvia que nunca pudieron convertirse en tormenta. Se habla de “mineirazo” pero me quedo con maracanon porque el domingo no estarán
en la gran final.
Nunca Brasil había recibido una derrota de tamaño calibre. Nunca
ningún equipo había sido derrotado en una semifinal de los mundiales por
goleada tan contundente. Todo estaba preparado para que la pentacampeona del Mundo
llegase a la final de su Mundial, pero su camino no ha sido brillante, más bien
todo lo contrario. Pudieron caer en octavos si Chile hubiese marcado en el último
segundo en aquel balón que se estrelló en el larguero. En cuartos frente a
Colombia desarrolló buen fútbol en la primera parte pero en la segunda se
desinfló y los cafeteros estuvieron muy
cerca de remontar .Lo de ayer era la crónica de una muerte anunciada.
Demasiadas veces contra las cuerdas .El huracán alemán las pasó por encima sin
capacidad de reacción.
Siete a uno, se dice pronto. Lágrimas de los jugadores, de los
aficionados, de la torcida de un país desconsolado que no podrá disputar una nueva
final mientras los alemanes lucharán por
su cuarto título frente al vencedor del Holanda-Argentina. Robben frente a
Messi dos de los mejores jugadores del mundo. Los dos todavía por detrás de D.
Alfredo Di Stéfano, grande entre los grandes, que ha dicho adiós cuando el
Mundial se acerca al final. Seguramente no podía haber sido de otra forma, el
balón, la pelota, la vieja como él la
llamaba, ha estado presente hasta su último suspiro. Fútbol es fútbol y lo que es
lo mismo,Di Stéfano es Di Stéfano, la
leyenda.
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