La frase la encontré en una pequeña taquería mexicana,
próxima a la glorieta de Bilbao en Madrid.
Junto a excelentes tacos y guacamoles una frase que encierra un mundo
porque cada vez nos interiorizamos más convirtiéndonos en cómplices o
posiblemente esclavos de la tecnología.
Vas en el metro, en el autobús, por la calle, te sientas en
una terraza y observas. No hay periódicos, no hay libros y si un teléfono
móvil, una tablet y dedos en algunos
casos frenéticos, en otros deslizándose suavemente por la pantalla, que se
convierten en el único lenguaje.
No hay palabras y algunas aparecen escritas de cualquier
manera en los whatsapp. Cada vez nos
hacemos más solitarios, incluso las parejas, chatean cada uno por su lado,
mientras la ciudad o las estaciones se van quedando atrás a la espera de llegar
a destino.
En uno de estos días que nos hacen recordar algo, el del libro. Vi cierta animación en los puestos que colocan
las grandes superficies comerciales o las librerías en la calle buscando atraer
clientes.
Después se dice que se vendieron tropocientos mil libros; si es la fiesta del cine, los espectadores
acuden masivamente, igual que si se trata del teatro…Es algo así como una isla en el desierto…Por un día los compradores se convierten en potenciales
lectores o en espectadores que comparten magia de cine o teatro. Después,
cuando salgan volverán a conversar
digitalmente.
Parecemos autómatas de esos que anunciaba la
ciencia-ficción. Todo lo que adelanta el cine o la literatura se va cumpliendo.
Vi, esta semana DIVERGENTE, una
película que se estrena en unos días. Es una sociedad futura, en la que ha
habido una guerra y los supervivientes se han establecido en cinco categorías
diferentes de la que una vez dentro de cualquiera de ellas ya no puedes cambiar
bajo ningún concepto. Cualquier modificación rompe el orden establecido. Los
divergentes son los que no aceptan esas reglas por lo que deben ser eliminados.
Pues como en “Fahrenheit 451”, “Un mundo feliz”, “1984” nadie
creía que aquello sucedería y que todo salía de la imaginación del autor. Ahora la imaginación parece
dominada por la tecnología. Si platicamos, en lugar de engancharnos al teléfono
o el ordenador, acabaremos siendo divergentes
.Alguien se lo contará dentro de 50 años.
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