Hay un final. Pero Frank Sheeran (Robert de Niro), el
protagonista de El Irlandés, se intenta autoconvencer de que hay algo después
de la muerte.
Convencido de que no tiene demasiado tiempo de vida, visita
una tienda de ataúdes para elegir el que sea de su agrado y acude al cementerio
donde se decide por un nicho porque resulta más abierto, menos agobiante que
estar bajo tierra. Lleva años en la más absoluta soledad.
Antes habla con el cura. Hace mucho que no practica el catolicismo,
pero ante el final pretende ponerse a bien con la religión. Habla de sus crímenes,
pero no se siente arrepentido. Forman parte de su vida y ya no puede renunciar
a ellos. Los reconoce, pero no pide perdón.
Scorsese hace una declaración de intenciones porque quizá
más que la violencia y los matones asusta más morir solo al final de la vida.
La religión siempre le ha interesado en su cine y ha habido muestras palpables
como “La última tentación de Cristo” o la sobrecogedora, “Silencio”.
Su pasado como antiguo seminarista, le lleva a plantearse dudas sobre el final
y la existencia de Dios.
“El irlandés” es, seguramente, su filme más profundo.
A pesar de sus tres horas y media de duración no me moví del asiento. No hay acción,
persecuciones, efectos especiales, historias de amor, sexo, humor, solo la
descripción de unos hombres que hicieron del crimen su forma de vivir, sin
culpas, desarrollando sus actividades como si todas las mañanas se levantasen
para ir a trabajar en la oficina.
Martin Scorsese desnuda a la mafia. Como ya hiciera en “Uno
de los nuestros” o “Casino”, el director neoyorkino muestra unos
personajes que hacen de la extorsión y del crimen su modo vida. Frank Sheeran
no recuerda a cuantos ni a quienes mató. Solo conocía a la familia de uno de ellos,
Jimmy Hoffa (Al Pacino), del que era su hombre de confianza. Pero no dudó en
matar al famoso sindicalista, representante de los camioneros, cuando recibió
órdenes de más arriba, de su primer protector Russell Bufalino (Joe Pesci)
En su película numero 34, Scorsese utiliza el flash back
para contar su historia. La acción comienza en un geriátrico en la que Frank
Sheeran nos narra su vida. Hay largas conversaciones con los otros protagonistas
del filme y la descripción de cuando se produjo la muerte real de cada uno de
los que son representados en pantalla. No hay mucha labor de maquillaje porque
esta vez la tecnología se ha encargado en rejuvenecer o envejecer a los
personajes. En algunos momentos esas caracterizaciones resultan demasiado
irreales a pesar de las enormes actuaciones de un grupo de actores y un director
que, como mi generación, tiene más cerca el geriátrico de lo que querría.
Esos gánsteres no reconocen sus culpas y Scorsese nos lo muestra
así, pero nos dice, a través del único personaje femenino con cierto protagonismo
en el filme (Ana Paquin), una de las hijas de Frank Sheeran, que eran unos
criminales y que no tenían justificación posible por haber actuado así durante
toda su vida. No habla con su padre solo
le pregunta y le mira con unos ojos que trasmiten toda la repulsa y el dolor
que le han producido sus crímenes.
“El irlandés” no es solo una obra maestra del cine de gánsters
es, una película, que tiene ya un hueco en la historia del cine.
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