6/17/2019

SIEMPRE NOS QUEDARÁ EL CINE




Lo del cine tal y como lo conocemos lleva camino de convertirse en una pieza de museo. Fernando Trueba me dijo hace ya algunos años, que las salas de proyecciones se convertirían en algo similar a un museo, en unos lugares a los que los amantes del cine clásico acudirían, de tarde en tarde,  a ver películas de la época dorada de Hollywood o del mejor cine europeo. Creo que todavía no hemos llegado a esa situación, pero avanzamos impecablemente con plataformas de video que estrenan antes que la salas o con toda una generación enganchada a las series que se han convertido en las nuevas películas del siglo XXI.
Está claro que algo hay que hacer para proteger y preservar el cine tal y como lo entendemos, para conseguir que siga habiendo espectadores en las salas y pueda continuar dándose esa comunión mágica entre el público y la pantalla, pero, no creo que las habituales y establecidas fiestas del cine sean una solución tal y como se han configurado. El que haya tres días con significativos descuentos en las entradas y nada más no llevan a nada. Es necesario promover el cine en los colegios, que los niños se acerquen a la auténtica fiesta que es ver una película en pantalla grande y que sean educados en el mundo de la imagen
Se ven más películas que nunca, me decía el critico e historiador Roman Gubern, allá por los ochenta, lo que ocurre es que ha cambiado el formato. Y aquel formato correspondía tan solo a las películas que programaban las televisiones y a los videos vhs. ¿Qué me diría ahora?, cuando podemos ver una película en cualquier dispositivo, ¿incluyendo los pequeños teléfonos móviles? Nuestra sociedad se interrelaciona permanentemente con la imagen y por eso es preciso educar a las nuevas generaciones y mantener la fuerza de la sala oscura con una mayor implicación de la industria, sus profesionales y los medios de comunicación. Está bien ver películas en cualquier formato, pero el cine como tal corresponde a la pantalla grande.
En ese sentido considero también esenciales los festivales y en particular los que se desarrollan en pequeñas ciudades, que permiten llevar al público propuestas cinematográficas que nunca les llegarían por otros medios. Es el caso, por ejemplo de “Alcances”, cuya trayectoria va unida indefectiblemente a la ciudad de Cádiz desde los años setenta o, por citar un ejemplo reciente la Mostra Iberoamericana de Cataluña que se celebra desde hace 25 años en la ciudad de Lleida. Un pequeño festival que la ciudad ha hecho suyo y que solo necesita una mayor implicación de los responsables políticos ayudando a su promoción y difusión. 
Merece la pena también destacar las semanas que organizan distintos países para dar a conocer su cine más reciente porque sigue siendo muy difícil acceder a los circuitos comerciales. Lo hemos visto en Madrid donde se ha celebrado la muestra de cine chileno
, una cinematografía emergente y sobre todo la Semana de cine alemán que viene celebrándose desde hace 21 años en la capital española, con una ajustada selección de largometrajes de ficción, documentales y cortos que muestran las inquietudes de unos cineastas que no llegan con facilidad a nuestras salas y que tienen incluso, con su presencia física, de explicar al público sus propuestas cinematográficas.
Lo que es una lástima es que este cine, como el de otros países, no llegue con mayor frecuencia y abarque otros territorios del estado español. Sería bueno que muestras de estas características tuviesen un recorrido itinerante por diversas ciudades.
En definitiva, festivales, necesidad de buena salas e implicación de la industria y las administraciones para que el cine, con todo su vigor, llegue a las nuevas generaciones.



















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