Lo del cine
tal y como lo conocemos lleva camino de convertirse en una pieza de museo.
Fernando Trueba me dijo hace ya algunos años, que las salas de proyecciones se
convertirían en algo similar a un museo, en unos lugares a los que los amantes
del cine clásico acudirían, de tarde en tarde,
a ver películas de la época dorada de Hollywood o del mejor cine
europeo. Creo que todavía no hemos llegado a esa situación, pero avanzamos
impecablemente con plataformas de video que estrenan antes que la salas o con
toda una generación enganchada a las series que se han convertido en las nuevas
películas del siglo XXI.
Está claro
que algo hay que hacer para proteger y preservar el cine tal y como lo
entendemos, para conseguir que siga habiendo espectadores en las salas y pueda
continuar dándose esa comunión mágica entre el público y la pantalla, pero, no
creo que las habituales y establecidas fiestas del cine sean una solución tal y
como se han configurado. El que haya tres días con significativos descuentos en
las entradas y nada más no llevan a nada. Es necesario promover el cine en los
colegios, que los niños se acerquen a la auténtica fiesta que es ver una
película en pantalla grande y que sean educados en el mundo de la imagen
Se ven
más películas que nunca, me decía el critico e historiador Roman Gubern, allá por los ochenta, lo
que ocurre es que ha cambiado el formato. Y aquel formato correspondía tan
solo a las películas que programaban las televisiones y a los videos vhs. ¿Qué
me diría ahora?, cuando podemos ver una película en cualquier dispositivo,
¿incluyendo los pequeños teléfonos móviles? Nuestra sociedad se interrelaciona
permanentemente con la imagen y por eso es preciso educar a las nuevas
generaciones y mantener la fuerza de la sala oscura con una mayor implicación
de la industria, sus profesionales y los medios de comunicación. Está bien ver
películas en cualquier formato, pero el cine como tal corresponde a la pantalla
grande.
En ese
sentido considero también esenciales los festivales y en particular los que se
desarrollan en pequeñas ciudades, que permiten llevar al público propuestas
cinematográficas que nunca les llegarían por otros medios. Es el caso, por
ejemplo de “Alcances”, cuya trayectoria va unida indefectiblemente a la
ciudad de Cádiz desde los años setenta o, por citar un ejemplo reciente la
Mostra Iberoamericana de Cataluña que se celebra desde hace 25 años en la
ciudad de Lleida. Un pequeño festival que la ciudad ha hecho suyo y que solo
necesita una mayor implicación de los responsables políticos ayudando a su
promoción y difusión.
Merece la pena también destacar las semanas que organizan distintos países para dar a conocer su cine más reciente porque sigue siendo muy difícil acceder a los circuitos comerciales. Lo hemos visto en Madrid donde se ha celebrado la muestra de cine chileno
Merece la pena también destacar las semanas que organizan distintos países para dar a conocer su cine más reciente porque sigue siendo muy difícil acceder a los circuitos comerciales. Lo hemos visto en Madrid donde se ha celebrado la muestra de cine chileno
, una
cinematografía emergente y sobre todo la Semana de cine alemán que viene
celebrándose desde hace 21 años en la capital española, con una ajustada
selección de largometrajes de ficción, documentales y cortos que muestran las
inquietudes de unos cineastas que no llegan con facilidad a nuestras salas y
que tienen incluso, con su presencia física, de explicar al público sus
propuestas cinematográficas.
Lo que es una
lástima es que este cine, como el de otros países, no llegue con mayor frecuencia
y abarque otros territorios del estado español. Sería bueno que muestras de
estas características tuviesen un recorrido itinerante por diversas ciudades.
En definitiva,
festivales, necesidad de buena salas e implicación de la industria y las
administraciones para que el cine, con todo su vigor, llegue a las nuevas
generaciones.
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