No es la primera vez ,ni
tampoco será la última que un cineasta
europeo cuente el drama de la inmigración mexicana a Estados Unidos. Lo hizo, sin
ir más lejos, el maestro José Luis Boráu con “Río Abajo”, aquella película
que tantos problemas económicos le ocasionó. Boráu a principios de los 2000,en
el festival de Málaga, me dijo que aquella historia la habría situado en España
que por aquel entonces, era una de las
sedes principales de la inmigración mundial.
En el caso del madrileño Antonio Méndez Esparza parece que
su interés por la inmigración mexicana parte del tiempo que ha pasado
estudiando en Nueva York. “Aquí y allá”, ganó el premio de la crítica en
la última edición del Festival de Cannes y cuenta el regreso a su pueblo natal ,
Copanatoyac, en el estado de Guerrero, de un joven mexicano quién se
reencuentra de esta manera con su mujer
y sus dos hijas a las que no veía desde hacía muchos años.
Antonio Méndez fraguó su película cuando conoció a Pedro de
los Santos en Nueva York que regresaba a Copanatoyac donde quería
fundar un grupo de música. Le acompañó y así nació la película. Pedro
fue el actor protagonista y el resto del reparto lo completan habitantes del
pueblo que no son actores profesionales, lo que da al filme un tono realista
que oscila entre la ficción y el documental.
“Aquí y allá” incide en la necesidad de emigrar para
intentar conseguir una vida digna. Hay un corrido que escuchamos en diferentes
momentos de la película y cuya letra dice “que yo no quiero ser pobre y tampoco
rico, solo gente sencilla…
Esa sencillez y cotidianidad es lo que percibimos en el
regreso de Pedro a su casa, con los suyos, y como se esfuerza en conseguir
trabajo para poder mantenerlos.”Aquí y allá” respira honestidad pero carece de emoción
y resultan tediosas con sus
interminables planos fijos que no aportan nada nuevo . Hay demasiado academicismo y frialdad en un tema que interesa, que nos
interesa y que parece estar abocado al aburrimiento. Los problemas sociales, la
pobreza, el desempleo, la inmigración deben mover nuestras conciencias pero no
animarnos a dejar la sala o lo que es peor, a ni siquiera entrar.
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