“El mundo no puede darnos la espalda”. Esta afirmación, casi
un ruego , pertenece a Sahraa Karimi, directora de cine afgana que consiguió
salir de Kabul, junto a su familia, ante la llegada de los talibanes . Desde
Kiev, donde se ha refugiado, esta cineasta ,que ha participado en festivales
internacionales ,recordó que los talibanes, “no favorecen el arte, no valoran
la cultura y nunca apoyarán este tipo de cosas y además “tienen miedo de las mujeres
educadas e independientes porque lo que quieren es que las mujeres estén
ocultas e invisibles”.
Hace veinte años, Kabul, era una ciudad fantasma porque sus
habitantes apenas salían de casa. Las niñas y las mujeres tenían prohibido
salir si no estaban acompañadas por un familiar varón. Pero es que tampoco se les
permitía estudiar ,trabajar o hacer ruido al andar. Lois mujeres si eran
invisibles en esa prisión que imponen los burkas.
En 2003 pudimos ver en salas “Osama”, basada en la historia
real de una viuda, sin recursos económicos, que decide hacer pasar a su hija
por un niño para que pueda trabajar en un comercio. Fue la primera película
rodada en Afganistán tras la caída de los talibanes. Pero si quisiéramos palpar
aún más esa ficción, surgida de la realidad, invitaría a que nos sentáramos
para admirar “Las golondrinas de Kabul”(2019) una película francesa de
animación que muestra la violencia ejercida por los talibanes y en especial contra
las mujeres que, a pesar del miedo, de las amenazas que se ciernen sobre ellas,
se niegan a ser nuevamente invisibles.
(PUBLICADO en LA VOZ.30-8-21)
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