La calle de Alcalá, cerca ya de su confluencia con Gran Vía,
mantiene edificios monumentales que otrora fueron entidades bancarias y hoy
sedes como la del Instituto Cervantes. Todavía con la imagen de “El lobo de Wall street”, la última de
Martin Scorsese, me pregunto cómo en el mismo edificio se han superpuesto dos
mundos tan dispares: el de las actividades financieras y el de la cultura que sobrevive por la
creatividad de quienes la hacen posible.
Fantasmas de la especulación ahuyentados por sueños de
poetas. Ocurrió esta semana cuando asistí al homenaje a Gastón Baquero, poeta y
compañero con el que compartí muchos años en Radio Exterior de España. Llegué
pocos minutos después de las siete pero ya el aforo estaba completo. Más de
ciento setenta personas en la sala. Me imaginé a Gastón emocionado y
sorprendido de tamaño auditorio que siguió las diferentes intervenciones y la presentación de un libro que recoge sus
fabulaciones en prosa.
Estaban allí reunidos porque se cumple el centenario de su
nacimiento y ocurre que a los poetas casi siempre se les valora al final de su
vida o cuando están muertos. Gastón era un poeta machadiano, desaliñado,
descuidado, podría decirse también despistado pero ante todo, una fuente del
saber. Si, de esas fuentes que escasean en las redacciones de los periódicos
porque a los que se consideran mayores se les ha despedido o en el mejor de los
casos se les ha hecho un ERE para que se vayan a sus casas y no molesten.
Siempre recordaré mis prácticas en Cádiz en que en cualquier momento había
algún compañero que te daba el dato exacto. Con Gastón y otros, en mis inicios
en RNE ocurría igual. Gastón aparecía en la redacción con una cuartilla doblada
y antes de sentarse nos comentaba : “Se ha muerto fulanito”. En nuestra
ignorancia le preguntábamos que quién era
y nos daba mil y un detalles sobre la importancia que tuvo para la
poesía de Centroamérica; o en otros casos, sobre los estudios como historiador o su valor como
pionero en el cine iberoamericano. Todos los campos del saber cabían en Gastón,
que con humor e ironía nos respondía cuando le preguntábamos si era muy mayor
el finado: “No, que va, un niño, 90
años”.
Ahora se ha sustituido a los redactores veteranos por
Wikipedia que no es lo mismo, pero si, desde luego, bastante más barato. No he
mirado que pone de Gastón. No me importa demasiado. Se que era anticastrista,
pero no “gusano”, en unos tiempos en que era popular ser revolucionario;
también homosexual, cuando salir del armario, acarreaba más de un conflicto,
pero sobre todo poeta, compañero entrañable que ya ha cumplido cien años.
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