8/22/2024

- CINES DE VERANO / VERANOS DE CINE

 

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 Los cines de verano aún hoy continúan atrayendo espectadores durante la canícula con zonas y plazas más acondicionadas que las que conocí en mi infancia y juventud. Antaño, con las ciudades dormidas; las playas y los pueblos de la sierra alargaban la noche con las sesiones en la plaza del pueblo o en la era del señor Juan.

Aquellas eran noches de aventuras que, indefectiblemente, se convertían en noches de insectos, con forma de cáscara de pipa, que cubrían todos los rincones, después de escucharlas crujir en los dientes del vecino o de su familia y amigos. Era una banda sonora complementaria

También era un lugar donde degustar las palomitas y sorber con la pajita el refresco de turno que ahora inunda las salas de cualquier centro comercial, donde el extraño que va a ver la película eres tú, porque el resto cuchichea para preguntar si quieres más palomitas, más cola ,más naranja o más limón.

A los cines de verano no llegaban las películas que estaban en cartelera. Eran clásicos o filmes que habían tenido algún éxito durante la temporada. Eran lugares en que, si eras capaz de abstraerte de las pipas y de los insectos reales, podías llegar a soñar que las rosas púrpuras de El Cairo descendían de la pantalla camino del patio de butacas para susurrarte historias ya contadas.

Una de aquellas rosas me habló de unas piernas nunca vistas. Pertenecían a una actriz alemana que años después huiría de los nazis. Marlene Dietrich era el Ángel Azul que, despechada, y casi arrastrándose seguiría a Cary Cooper por las arenas del desierto en Morocco.

En una de sus ciudades, Casablancahubo pasiones encendidas .Ingrid Bergman y Humphrey Bogart recordaron la llama de aquel París que compartieron. Rick e Ilsa incendiaban las noches de verano.

Otra rosa me habló de brazos sinuosos desnudándose de guantes a juego con un vestido negro ajustado. Dentro estaba una pelirroja, Rita Hayworth, que provocó la ira en la España pretérita moldeada por la censura.

Hubo otro vestido, que recuerdo rojo, aunque no lo fuera , que llevaba una mujer de curvas infinitas que competía con las cataratas del Niagara, y que, después, fue la tentación que vive arriba. En aquella cinta Marilyn retaba el calor guardando su ropa interior en la nevera.

Hubo, pasados los años, sudor y sexo en las pantallas de las noches de verano. Kathlen Turner y William Hurt debutaban con Fuego en el cuerpo y otros, poco antes, Jack Nicholson y Jessica Lange, habían quemados sus deseos en una mesa de cocina, sin esperar la llamada del cartero.

He olvidado ya, los sonidos de la pantalla, y he dejado que fueran ellas, las rosas, quiénes cuenten sus historias. Rosas púrpuras que hablan de los sueños de una noche de verano mientras en el recuerdo palpitan los versos de William Wordworth y el esplendor en la yerba, aunque ese esplendor ,aquellos veranos, tuviesen como escenario un solar desnudo al que habíamos llegado con la silla bajo el brazo.

PUBLICADO en LA VOZ.(19.8.24)

 

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