8/01/2017

LOS ZOMBIES DE GEORGE A. ROMERO O LOS MIEDOS DE UNA NOCHE DE VERANO

Nunca he sido un admirador del  cine de zombies, ni siquiera del cine de terror y mucho menos del gore. Es un género que nunca me ha atraído, aunque reconozco que hay algunos títulos absolutamente notables  que me han hecho removerme en el asiento.
En cualquier caso siempre habrá para mí una película que me sobrecogió sobremanera, "La noche de los muertos vivientes", de George A. Romero , considerado el padre del cine de zombies, esos seres que abandonan sus tumbas para tenernos cerca de dos horas sobresaltados en la sala oscura.
He recordado cuando vi aquella película, ahora que el cineasta norteamericano de padre gallego, ha fallecido a consecuencia de un cáncer. Fue en el verano del 69, un año después de su estreno en Estados Unidos. La vi en el desaparecido cine Rex de la Gran Vía madrileña en la sesión de noche, un día de verano. Logramos salvar al portero de la puerta porque todavía no habíamos cumplido los dieciocho años. El cine estaba muy concurrido y desde la primera secuencia se adivinaba la tensión, que en momentos, se aderezaba con más de un grito de tono agudo.
Y es que el inicio se las traía con los dos hermanos en el cementerio y aquellos seres  que comenzaban a moverse como autómatas y no atendían a razones. El arranque no podía ser más inquietante, pero toda la película tuvimos el corazón en un puño, algo que seguramente provocará alguna sonrisa entre las generaciones más jóvenes. Blanco y negro, un presupuesto irrisorio para la época, poco más de 100.000 dólares, efectos especiales artesanales, actores poco conocidos  y en contrapartida  una recaudación millonaria de treinta millones de dólares.
Había talento y George A. Romero supo mantener en vilo a los espectadores con un filme claustrofóbico, con muertos muy feos y comiéndose cualquier brazo o pierna, autoridades muy planas y poco resolutivas  y con vivos con escasa iniciativa... Un grupo heterogéneo que se refugia en una granja para protegerse de la creciente población zombie. Toda la película tiene ese espacio cerrado como centro de la acción, una casa donde acabará ocurriendo de todo y  que motivó uno de mis mayores respingos de mi larga historia como espectador de cine...
Una mano que rompe una ventana con la intención de agarrar a uno de los vivos...Fue una sacudida generalizada en la sala, aderezada con un buen puñado de chillidos.
El caso es que en un Madrid solitario y macilento por el verano, a mi vecino y a mí el regreso a casa nos pareció interminable y ante la ausencia de nuestros padres, todos de vacaciones, decidimos compartir piso y habitación durante una noche que se nos hizo interminable.

(PUBLICADO EN LA VOZ.24-7-17)


No hay comentarios: