9/19/2012

LA BURBUJA DE LOS FESTIVALES





Los festivales de cine son un elemento de prestigio para una ciudad o una comunidad autónoma. Lo que ha ocurrido en nuestro país es que, como en otras muchas cosas, hemos inflado la burbuja.
En época de bonanza los festivales crecieron como setas por todos los rincones del estado hasta alcanzar los doscientos treinta y tres, una cifra que podría incrementarse si incluyera en la partida  muestras, ciclos o semanas cinematográficas que han proliferado por doquier.
Somos un país de excesos. O todo o nada. Junto a excelentes muestras y festivales de gran profesionalidad han crecido otros muchos carentes de rigor y sin el más mínimo control en los gastos de quienes deberían haberlo ejercido.


Durante muchos años se han diseñado festivales con subvenciones  públicas  de los más diversos organismos; creados equipos de trabajo en el que sus miembros no han recibido ni un euro; programadas un número inasumible de películas en salas infames donde ni siquiera se ha visionado con anterioridad la cinta o el dvd  u  organizar inauguraciones o clausuras invitando a personalidades sin que  hubiera medios técnicos y humanos para conseguir un resultado digno.
Ha habido tantos representantes de la picaresca, que no dejan de ser irregularidades por llamarlo de una manera suave, que lo que han hecho ha sido perjudicar  a todos aquellos que han llevado adelante excelentes festivales, con una buena programación y con el objetivo de trasladar a las ciudades o los pueblos buen cine, cine del que ya es casi imposible ver si no lo pasa una televisión pública o un canal especializado.
Me decía Javier Angulo, director de la SEMINCI de Valladolid, que los festivales son casi ya los únicos escaparates que quedan para ver un tipo de cine diferente de la mayoría de películas comerciales que invaden las salas. Un cine independiente de los grandes estudios; un cine donde la clave es una buena historia; un guión sin trampas y muchos sentimientos”.
Eso, no cabe duda, ocurre en la SEMINCI pero también en otras  muestras cinematográficas como “Alcances”, al que avalan cuarenta y cuatro años de historia. Desde aquella semana multicultural creada por Fernando Quiñones a finales de los sesenta hasta la fecha han ocurrido muchas cosas y habido diferentes etapas, pero el festival  continúa. Un festival que en los últimos años del franquismo apostó por cinematografías como la latinoamericana o la proveniente los países del este de Europa y que en la actualidad  se centra en el documental que tan excelentes muestras nos ha dado estos últimos años. He visto que la película inaugural estaba dedicada a Mágico González, aquel extraordinario futbolista salvadoreño que tanta huella dejó en Cádiz y en los que pudimos verlo en el Carranza y en otros estadios de España.  Alcances es un buen espejo en el que deben mirarse otros festivales porque cumple la función de ser un referente de la ciudad, mostrar buen cine y  ser un lugar para la polémica y el debate.



Una de las mesas redondas anunciadas tratará de la igualdad de género en el cine y  enseguida me lamento de la desaparición del Festival Mujeres en dirección que se celebraba en Cuenca desde hace siete años .Una pequeña pero excelente muestra que reivindicaba el papel de la mujer en la dirección cinematográfica, y en el cine en general y que en su corta vida se había desenvuelto con profesionalidad y rigor bajo la dirección de la actriz Marta Belaústegui.  No sobran festivales de cine solo sobran los malos festivales.

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