10/19/2009

El cineasta y el compromiso


Costa Gavras es decir cine sin amores ni lujos.Costa Gavras si es decir compromiso con la sociedad que le ha tocado vivir,

Sus películas son una denuncia de las injusticias que se han cometido en el siglo XX y las que siguen cometiéndose en éste siglo en que nos encontramos.

Su cine no nos deja indiferentes. En Z, Estado de Sitio, La Confesión o Missing ,Costa Gavras denuncia el terrorismo de estado venga de donde venga; en La Caja de Música,el nazismo;en Sección Especial el colaboracionismo durante la Segunda Guerra Mundial;en Amén la indefinición del Vaticano durante la citada contienda ; en Hanna K el conflicto entre árabes e israelíes, y en Arcadia, el capitalismo salvaje, la falta de escrúpulos en la sociedad actual donde el único objetivo es enriquecerse.

Ahora Costa Gavras detiene su mirada en la inmigración. Edén al oeste es una fábula sobre la Europa del bienestar y la insolidaridad que existe contra todos aquellos que tienen que abandonar sus países para buscar trabajo y mejorar su nivel de vida.

El fenómeno migratorio no ha sido nunca ajeno a la historia de la humanidad y los cineastas no han mirado para otro lado. Las camaras de realizadores como Costa Gavras cuentan lo que está pasando , y todas las dificultades que deben superar los inmgrantes para alcanzar el Edén que puede ser perfectamente la América que en el pasado narró Elia Kazan .



Aquí América para Elías,el protagonista de la película, es París. A la ciudad que ha soñado quiere llegar por encima de todo y más después de que un mago le diga que le buscará trabajo en el Lido.

En la última película de Costa Gavras no faltan ninguno de los elementos que vemos en las películas de inmigración. Inmigrantes hacinados intentando alcanzar la costa; lugares paradisíacos para los ricos; explotación de los empresarios a los inmigrante sin papeles; timadores sin escrúpulos, pero también solidaridad de las gentes de la calle que,aunque tímidamente ayudan a un joven, un hombre que busca un lugar donde vivir.

Costa Gavras también hace a su protagonista objeto de deseo de hombres y mujeres a lo largo de toda la historia que nos narra. En cierto modo, es un objeto que rompe la monotonía de una sociedad cada vez más adormecida.

El cineasta greco-francés nos lo recuerda en la parte final de la películas. Si cualquiera de nosotros llegamos a París vemos la Opera, La torre Eifel o el Arco de Triunfo pero no vemos que en Francia hay cuatrocientos mil inmigrantes sin papeles que buscan sobrevivir todos los días, ya que poco les importan los monumentos o los lugares paradisíacos cuando lo que buscan es trabajo y tener una vida más digna de la que soportan en sus países.

A sus setenta y seis años Konstantin Costa Gavras continúa siendo un cineasta vital en la cinematografía europea porque su cine contribuye a que los espectadores se hagan partícipes

de los problemas y la precariedad que soportan millones de inmigrantes en la Europa del bienestar.

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