Hollywood no volverá a sus orígenes. El cartel más conocido del mundo no caerá en manos de los especuladores inmobiliarios y no recuperará su condición primitiva ya que nació para promocionar una urbanización de lujo. No fue así y se convirtió en el símbolo de una de las industrias más poderosas del planeta. En una fábrica de dinero más que una fábrica de sueños.
Pero no podemos negar que a lo largo de la historia del siglo XX Hollywood nos hizo soñar. Primero en silencio y blanco y negro, después aprendiendo a hablar y finalmente llenando de colores las pantallas. Ahora con el 3D busca que el público vuelva a las salas. Nuevas fórmulas para animarnos a salir de casa y hacernos partícipes de la magia de la sala oscura, aunque mucho de lo que nos llega ahora nos reafirme en nuestra condición doméstica. Vemos más cine que nunca pero hemos cambiado la sala por el cuarto de estar, con pantallas cada vez más nítidas y sonido que nos envuelve.
Me decía no hace mucho Fernando Trueba que había visto 'La conquista del Oeste' en alta definición en casa de un amigo con una buena pantalla y un proyector y que nunca había disfrutado de aquella película con tanta calidad. Lo más grande, me decía, es que a pesar de las malas condiciones de las salas de nuestra infancia, lo defectuoso de muchas copias o los cortes intencionados de la censura, hemos sido capaces de amar el cine.
Y es que cuesta sustraernos a la vitalidad de un arte que nos tiene expectantes durante dos horas frente a la pantalla. Hay películas que nos hacen cerrar los ojos y no precisamente para soñar pero también un cuadro o una mala lectura. Hollywood ha creado iconos que son símbolos de la cultura de nuestro tiempo y además nos ha llevado a recorrer países o culturas lejanas. Ha hecho que hablemos con las estrellas de la pantalla y las incorporemos a nuestras vidas como las rosas púrpuras del Cairo de Woody Allen.
Hay un Hollywood dorado que siempre está ahí, que podemos recuperar en cada momento y disfrutar cantando bajo la lluvia, dejar las faldas a lo loco; viajar a Casablanca, tener miedo a los moteles y las duchas; o introducirnos, solos ante el peligro por el lejano oeste.
Pero hay otro Hollywood que sólo se nutre del dólar. Nos vende historias absurdas, secuelas y frivolidad; estrellas que al poco se estrellan y mentiras en historias vacías.
Ese Hollywood pervive en nuestros días y cada vez resulta más difícil rescatar algún título para que forme parte de la videoteca de nuestra vida. Tiene un efecto colonizador y se expande por todo el planeta. Ese cine vacío, lejos del glamour del pasado, copa las pantallas y apenas deja resquicio para que otras cinematografías puedan mostrar sus inquietudes o la manera de entender el cine.
Estos días he visto dos cintas: 'Fish Thank', película inglesa que habla de la desubicación de una adolescente de clase media baja en una ciudad dormitorio. Ganó el premio del jurado en Cannes; y 'Honeymoons', la primera película coproducida entre Serbia y Albania, que habla del conflicto entre estos dos países a través de dos parejas, en espacios diferentes, pero unidas por el mismo motivo: llegar a la Europa comunitaria. Es cine de hoy que aborda problemas de hoy y que sólo llega a algunas grandes ciudades y pervive gracias a los festivales. Hollywood sigue inmóvil en su colina. Pero ha cambiado. Fue sueño y ahora pesadilla, aunque todas sus películas no sean de terror.
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