12/10/2009

DE MILLENNIUM Y OTRAS CUESTIONES





En este país no se lee, o cuanto menos eso es lo que dicen las estadísticas. No sé porque extraña razón tres millones y medio de españoles se han hecho con la trilogía Millennium y han devorado las 2268 páginas de que consta la voluminosa historia que protagonizan Listbeth Salander y Mikael Blomkvist, esos dos personajes quijotescos que tanto alaba Mario Vargas Llosa y tanto repudia la italiana Donna Leon.
Ni una cosa ni otra. Estamos ante un fenómeno editorial que ha hecho que millones de españoles, los compradores y supongo que muchos de sus familiares y amigos, dado los más de sesenta euros que cuesta la trilogía, hayan leído en metros y autobuses, en el dormitorio o en el cuarto de estar; en la Playa de la Victoria o en el Retiro madrileño, las aventuras de un periodista y una hacker acompañados de multitud de personajes secundarios buenos o malos, sin medias tintas, que existen en la sociedad actual. En Millennium hay políticos o financieros corruptos, asesinos, violadores, pederastas pero enfrente unos heróes capaces de luchar contra molinos de viento por muy grandes que sean y con las únicas armas de la verdad y la justicia.
Las tres novelas del malogrado Stieg Larsson no hay que entenderlas como gran literatura pero si como constatación del tiempo que vivimos como ocurre, por cierto, con las dos versiones cinematográficas que ya hemos visto en España. Mucho mejor la primera que la segunda pero acertado que no hayan caído en manos de Hollywood.¿ Se imaginan a Tom Cruise, al que todavía tenemos rodando por Cádiz y Sevilla, interpretando al protagonista de la trilogía?. No,¿verdad? Afortunadamente “Los hombres que no amaban a las mujeres” se ha hecho en Suecia con protagonistas anónimos para la mayor parte de los espectadores y sobre todo con rostros que no se alejan de los que podemos cruzarnos en cualquier calle, de cualquier ciudad. Seguramente el éxito de Larsson está en lo cercano, en su capacidad para relatarnos hechos cotidianos en la vida de hoy.
Además, va a ser que leemos más de lo que dicen las estadísticas y de paso, que también estamos yendo al cine y a ver películas españoles si nos detenemos en el pasado fin de semana donde la cinta de animación “Planet 51” fue la que más recaudó. Entre las diez primeras estaban también “Spanish movie, “Celda 211” y”El baile de la Victoria”, la última película de Fernando Trueba según la novela de Antonio Skármeta.
La candidata española a los oscar, no es la mejor película de Trueba ni tampoco la mejor novela de Skármeta, pero tampoco es para mandarla a los infiernos como han afirmado algunos críticos que, en cambio, han calificado de buena o muy buena una aburrida película llamada “Paranormal activity” cuyo principal mérito, parece ser, es que se ha hecho en Estados Unidos con un bajísimo presupuesto y ha recaudado millones de dólares. La verdad, menos mal que el presupuesto era bajo, porque me temo que hubiesen utilizado los dólares de más en alargar esas escenas repetitivas en que la mayor variación es el cambio de camiseta de los protagonistas o los sonidos “in crescendo” que pretenden sobresaltarnos.
Si así hubiera sido tendría que haber pasado miedo a la hora de visitar la exposición “La generación del 27. ¿Aquel momento ya es una leyenda? que se puede ver en la Residencia de Estudiantes de Madrid antes de viajar a Sevilla el 18 de marzo. No lo digo porque sea una mala exposición, todo lo contrario, si no porque durante un buen rato, era hora de Liga de Campeones, estuve recorriendo las salas absolutamente solo.
Así, sin agobios, pude admirar el crisol cultural de la España de 1927 y 1928, y la interrelación, ahora se dice sinergias, entre la literatura, las artes plásticas, la música o el cine. Manuscritos, primeras ediciones, revistas, maquetas, carteles, cuadros, composiciones musicales o videos remarcan la actividad cultural de aquellos dos años en que confluyeron los mayores(generaciones del 98 y el 14) y los jóvenes del 27 . Todo un placer ese recorrido sin sonidos paranormales aunque hubiese aceptado gustosamente un cambio de dimensión, si fuera para entrar en uno de los cuadros que se exponen y que lleva la firma de Ángeles Santos Torroella. Se trata de un óleo con una mesa de mimbre sobre la que reposan un vaso de clarete y un cigarro encendido. Solo le faltaban las páginas de un buen libro. Ah y yo no fumo.
(La VOZ DE CADIZ,13-XII-09)

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